“Terrible despedida” tituló su última columna Germán Vargas en El Tiempo, refiriendo “nuevos y gravísimos escándalos de corrupción” al final del gobierno Duque, y en su anterior escrito el jefe natural de Cambio Radical había titulado “Un balance muy pobre”, cuestionando al Ejecutivo por la falta de presencia en el Congreso con proyectos legislativos de peso e importancia para el país. La oposición a Duque, incluyendo la extrema izquierda en ejercicio de todas sus formas de lucha “cultural” ha ganado el poder, con el tibio espaldarazo de quienes se dedican a criticar al gobierno, no obstante mantener allí una cuota burocrática importante.
Entendemos que Cambio Radical llegó a tener cuatro ministros en el gabinete: Fernando Ruiz, en Salud; Ximena Lombana, en Comercio; Karen Abudinem, MinTIC y Guillermo Herrera, como MinDeporte. Parece fácil, quizás “sabroso”, poder uno criticar estando adentro, ser gobierno y oposición de manera simultánea, curiosa licencia que se permite la democracia, quién sabe hasta cuándo. Pero, ante todo, hay reconocerle al presidente Iván Duque su resiliencia, como esa entereza que mantiene en grado sumo, esa capacidad propositiva para adaptarse a situaciones adversas.
Al terminar su cuatrienio, yo termino admirándolo más. Lo critican por unas gestiones administrativas que pudieron ser equivocadas, por demorar la aceptación de unas renuncias, por dilatar la recogida un proyecto de ley de reforma tributaria impopular, por precaria o deficiente asesoría jurídica en el trámite y desarrollo de unas leyes y/o decretos que estaban llamados a ser “tumbados” por las altas cortes… pero de allí a que lo cataloguen como un funcionario corrupto hay mucho trecho. Su idoneidad, honestidad y transparencia, para mí, no tienen mácula, en un presidente que hizo milagros para preservar a Colombia de las peores crisis de nuestro tiempo: la pandemia Covid-19 y el prolongado y violento paro orquestado por la izquierda extrema al que trataron de disimular bajo el antifaz de un supuesto “estallido social”.
Cuando en su momento llegamos a criticar el débil e irresoluto accionar del gobierno central frente al paro, optando por delegar la suerte suprema del manejo del orden público en unos mandatarios locales de vocación zurda (además comprometidos con las causas y pedradas del paro), luego de los violines, hemos de aceptar que lo que estaban buscando sus enemigos era, precisamente, provocar al Presidente y a las FFMM a ejercer la represión y ya tenían el montaje perfecto para recurrir a la justicia mamerta, interna y externa (en la que Petro, Cepeda y las ONGs son expertas) para enjuiciarlo por crímenes contra la humanidad. Porque, claro, este tema sí funciona en las pobres democracias y no tiene riesgo de pelechar en las “democracias progresistas” como Venezuela, Nicaragua y la misma Cuba, cuya aporreada y encarcelada población añora por estos días de julio, desde la laguna, conmemorar su frustrado -ése sí- “estallido social” de hace un año.
Post-it. Lamentable el fallecimiento de Mario González Giraldo, uno de los grandes líderes del Risaralda, importante figura del movimiento Unificación Conservadora. Fue compañero universitario del inmolado Enrique Low Murtra (ministro de justicia en la era Gaviria), secretario de gobierno departamental en dos ocasiones y representante a la cámara en 1982, antes de ser nombrado notario primero de Pereira. Dios lo guarde en su Eterna Morada.