Pasado el escándalo por la fuga de Aída Merlano y continuando las investigaciones se va congelando en el ambiente y como otras ocasiones ha sucedido, el tema Inpec evidencia que está tocando fondo y no aguanta un alboroto más. Recordemos que el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario ha tenido en su dirección oficiales de la fuerza pública en actividad y retiro, hombres que prestaron sus servicios al Instituto con profesionalismo y mucho compromiso, no obstante lo cual, al retiro soportaron un deterioro en imagen y buen nombre, pues la base del Inpec sufre una contaminación profunda que ensombrece las acciones y el servicio de hombres íntegros vinculados a esa institución. A fe mía que los esfuerzos de aquellos fueron inmensurables pero desdibujados por costumbres y vicios arraigados al interior del plantel.
La situación que hoy develamos no es nueva, y los gobiernos pasados, de una forma u otra trataron de encarar la problemática, pero parece que todo se quedó en buenas intenciones, como puede suceder en esta ocasión. No vamos a identificar los escándalos que a diario se viven en esas locaciones, bástenos hablar del hacinamiento infrahumano y del número de sindicatos instalados en la organización carcelaria, para tener un referente administrativo del caos, contexto que deja ver con claridad la imposibilidad de emprender una reingeniería del sistema, motivo de preocupación para el gobierno y su Ministerio de Justicia, que no ven salida fácil, rápida y realizable. Claro que se han buscado estrategias como la casa por cárcel y otras a fin de descongestionar diferentes centros carcelarios del país, pero con resultados funestos por falta de compromiso en esa población carcelaria tan grotesca e irresponsable.
Hoy parece que las cosas han tomado un talante diferente, se habla de liquidar la institución, palabras mayores de buen recibo, pero proyecto casi imposible realizar. Liquidar el Inpec pude costar todo el dinero del mundo y traer un desgaste inimaginable para el gobierno. No olvidemos la posición que tomara cada sindicato. Por ello no es tarea fácil y el debate debe darse a fondo, sin prisa pero sin pausa.
Escuchamos voces destempladas que refieren la posibilidad de entregar a la Policía Nacional el compromiso operativo del Inpec, propuesta vacía y desatinada. No es posible que termine la Policía Nacional pagando los platos rotos en el asunto, nada más nocivo para la institución que recibir esa responsabilidad. Bastante tenemos con nuestra historia salpicada de problemas operativos, bastante tenemos con nuestra lucha contra la corrupción, bastante tenemos con los enemigos agazapados que nos atacan permanentemente buscando sacarnos del Mindefensa en pleno posconflicto. Como dice el dicho, no nos defiendan; con esos amigos para que enemigos. Sé que existen ofíciales que simpatizan con la idea pero invito a reflexionar sobre las terribles consecuencias para nuestra respetada Policía Nacional.