La derrota de Gustavo Petro el 29 de octubre fue un triunfo para la mayoría de los colombianos que queremos un presidente serio, no a un payaso que a veces aparece y otras desaparece, como si gobernar un país fuera un juego.
Pero a este triunfo hay que cuidarlo como a un cristal extremadamente frágil, porque los triunfos en la política son muy efímeros, sobre todo, cuando el oponente acostumbra a practicar una política sin claridad ni gallardía, exenta de farsas, difamaciones, mermelada envenenada y trampas, sin ese farisaico “todo se vale”, muy de Petro cuando se quita la máscara de redentor y profeta que acostumbra a usar.
La ciudadanía, el pueblo de todos los niveles, quiere a alguien que nos una, no a un gobernante que con su absurdo discurso de odio, rencor y discordia enfrente a negros contra blancos, campesinos contra indígenas, indígenas contra raizales, que llame a quienes, con dificultad, han creado industria y trabajo “esclavistas”, en fin, que enfrente a colombianos contra colombianos.
Después de tanto derramamiento de sangre, por décadas y décadas, los colombianos queremos unión, no enfrentamientos por diferencia de origen, color de piel, nivel de riqueza o pobreza.
En ciudades y pueblos, el ciudadano votó por alcaldes que no destruyan lo construido, sino que lo mejoren; que defiendan los derechos adquiridos, como su seguridad en el ahorro, la salud, la educación, el trabajo, no que los acaben o desmejoren con propuestas inadecuadas, absurdas y retrógradas. Los colombianos no quieren retroceder a errores cometidos en el pasado, sino avanzar hacia metodologías más avanzadas de gobierno.
Las mayorías están hastiadas de la corrupción a todo nivel, la casa por cárcel y todos los beneficios que se les han dado a los corruptos. También es claro que queremos la paz, pero rechazamos la impunidad que Petro pretenden imponer en el país.
Ese es el mandato recibido por los electos de todos los partidos, los tradicionales y los nuevos. Un mandato contra el desgobierno del Pacto Histórico. Un mandato con un propósito real de cambio social y ese mandato lo tenemos que hacer cumplir, entender y defender con seriedad y respeto. Es claro que el pueblo colombiano ya no se deja engañar y está atento a cómo se comportan sus gobernantes.
Queremos construir un país más equitativo, más amable, más justo, con menos odios, rencores, mentiras y corruptos. Queremos un país sin violentos. Queremos un gobernante cuya prioridad sea solucionar los problemas de los colombianos no los de otras naciones.
Ganó el rechazo al mal gobierno del Pacto Histórico. Ya celebramos. Ahora es el momento de pasar la hoja y desarrollar el verdadero cambio, creando unidad, honestidad y respeto por cada colombiano.
Los electores tenemos la obligación y el derecho a exigir de los electos el cumplimiento de nuestro mandato. Por lo visto en estas elecciones, los colombianos están empoderados y preparados para exigir un buen gobierno y castigar a uno malo. Ojalá esta generación sea capaz de cumplirle a Colombia.
Que nadie tenga que elegir entre comer o estudiar, comprar un remedio, tomar un transporte o comprar zapatos. Más equidad. Cero hambre en Colombia.
Este triunfo lo tenemos que cuidar minuto a minuto, como se cuida a un enfermo grave para lograr que sobreviva y recupere sus fuerzas.