Una manera de mirar | El Nuevo Siglo
Lunes, 19 de Agosto de 2024

Todos los días ocurren actos de solidaridad. Son pequeños gestos de humanidad que suelen pasar inadvertidos ante la avalancha de noticias sobre violencia, corrupción e inseguridad que acaparan las pantallas y las conversaciones cotidianas.

No es sino abrir un poco los ojos para encontrar gente maravillosa, pobladores que se organizan para recuperar la carga de un camión accidentado, bomberos que rescatan animales, comunidades que custodian tortugas recién nacidas, funcionarios que trabajan con la convicción y la vocación de servir, gente que apoya a migrantes, vecinos que reúnen desechos orgánicos para hacer compostaje y aligerar la carga de los basureros, médicos que organizan brigadas de salud en los rincones más apartados, jóvenes voluntarios que acompañan abuelos, construyen casas y reparten mercados; son millones de ejemplos. Hay de todo y en todas partes, pero resulta difícil reconocer esta realidad, aunque sea tan palpable como la violencia misma.

Es como si estuviéramos atrapados en un sesgo cognitivo que hace difícil apreciar la realidad en todas sus dimensiones y contradicciones, en todas sus versiones al mismo tiempo. Instalarse sólo en el lado oscuro de la vida, regodearse con la tragedia y con la infinita capacidad humana de hacer daño es muy peligroso. En esa esquina del sesgo solo hay miedo y una terrible sensación de impotencia que hace difícil la vida, mucho más de lo que ya es. Allí, en el lado turbio, reina la desconfianza y resulta imposible juntarse con otros para encontrar soluciones a los problemas e impulsar cambios sociales o personales.

No hay que hacer grandes maromas para reconocer los actos de humanidad, ocurren diariamente, muy cerca de nosotros. Solo es necesario estar atentos y aprender otra manera de mirar. Lo que es común es la bondad; por eso nos horroriza y nos sorprende a tal extremo la maldad, porque es algo fuera de lo corriente, no es lo que vivimos cotidianamente.

Lo que permitió que, como especie, desarrolláramos comunidades, pueblos y civilizaciones, fue la capacidad de organizarnos para sembrar, para repartir el trabajo, para intercambiar mercancías y para defendernos y apoyarnos mutuamente; fue la infinita capacidad humana de hacer las cosas juntos. Aprender a reconocer esa experiencia histórica, sin negar las guerras, el colonialismo, la esclavitud y la xenofobia, permite entender que no estamos condenados a la violencia, que podemos actuar solidariamente y que hacerlo es nuestra opción, nuestra decisión.

Esta manera de mirar se entrena y la mejor forma de hacerlo es observar lo que pasa alrededor, amigas que escuchan y que acompañan sin juzgar, colegas que echan una mano, socios que se juntan para emprender, tías que ayudan con la educación, abuelos que cuidan nietos para que las madres puedan trabajar, sobrinos que se turnan para acompañar al tío enfermo, gente que reúne dinero para hacer realidad los sueños de alguien más, amigos que se ríen, que cantan y que bailan porque sí, porque es divertido estar y hacer las cosas juntos. Ver la vida de esta forma, mucho más realista sin duda, también es nuestra decisión.

@tatianaduplat