Colombia semeja una nación amorcillada, según el sugestivo término taurino, que como muchos otros de la fiesta brava se aplica a la política. El toro herido da vueltas al ruedo e intenta sostenerse en vano. Petro, entre otras cosas, es enemigo acérrimo de las corridas. No le gusta eso del temple del torero que enfrenta a la bestia mítica con valor y elegancia; no le puede gustar por cuanto esa es una gesta individual en la cual el público admira al diestro que se juega la vida. Para la subversión, no se trata de confrontar a la sociedad con valor y tesis, sino de embaucar o someterla con el fierro a su espalda.
Y por ahí una encantadora cantante le dice con voz suave “mentirosillo” “Fuera Petro”, con mayores efectos que todos los gritos de la poblada contra el gobernante. Los estadios truenen con el “Fuera Petro”. Cualquier observador extranjero diría que Petro se va caer. Resulta que no. En nuestro sistema la ley es un tanto inoperante, nadie se cae. Incluso hasta nuestros militares, que podrían actuar en un momento dado a favor de capturar el poder, son más demócratas que los políticos.
Con tanta incertidumbre y duelo de poderes, me dicen que el Congreso también se amorcilló. Cuando la Comisión de Acusaciones de la Cámara no cumple su misión, el gobernante goza de impunidad. La división de poderes está en veremos. Entonces, la comparación con la fiesta brava se complica, en tanto en la política colombiana se violan las reglas y el sistema se degrada por su propia cuenta. Cuando me enteré que el presidente del Senado, Iván Name, había sido tentado por el demonio en bolsas de plástico y maletas repletas de dinero, me sorprendí. Yo tenía la mejor impresión sobre el político barranquillero, que parece cercado por los testimonios en contra. Veremos qué pasa en los estrados judiciales.
Según las altas cortes, tenemos varias, la justicia en Colombia es casi inoperante. No siempre por culpa de los jueces. Aquí hasta la justicia se politiza y en los tribunales llueven las denuncias inanes vía tutela, que las autoridades deben atender. Casos gravísimos de violación de la ley se acumulan en los mismos tribunales; con tantas cortes y más de 2. 000 magistrados, contando a los auxiliares, en algunos casos, prevalece la inoperancia. Si las denuncias de baranda y las tutelas se atendieran a tiempo y regularán, la justicia resplandecería.
Fuera de eso, como decía un eminente analista político: con la Constitución de 1991, se puede hacer un gobierno de izquierda, de derecha, de centro o populista.
En alguna oportunidad le preguntaron al entonces senador Roberto Gerlein, ¿qué se necesitaba para cerrar el Congreso? Éste, que tenía respuestas para todo y una agilidad mental sorprendente, respondió así: dos policías, uno que coja de donde sabemos al presidente del Senado y otro al de la Cámara. Es claro que eso entre nosotros no va suceder, así algunos congresistas escasamente van a cobrar la nómina, mientras unos pocos defiendan sus tesis y ejerzan su mandato con altura, la institución seguirá por inercia.
No se aplica, exactamente, el mismo argumento de Gerlein al gobernante, puesto que tiene un Batallón presidencial que lo protege. Entre nosotros, al jefe del Estado se le tolera todo, hasta puede condecorar la bandera de un grupo subversivo, como un reto simbólico a la sociedad. En otro país, por algo similar se han caído los gobiernos.
Lo que no cuadra en Colombia es que el gobierno ponga a los más necesitados a pasar más hambre y mayores necesidades por el pésimo manejo de la economía, el alza de impuestos, la degradación de Ecopetrol y los obstáculos a toda tarea productiva. Los ataques impositivos a la propiedad privada, que a la larga perjudican al pueblo al declinar más la economía. La ausencia de soberanía nacional en el 70 por ciento del territorio. La deuda externa casi que impagable. La quiebra del sistema de salud atenta contra todos los colombianos, sin importar su clase social. Los hospitales desfinanciados no pueden atender la clientela, ni administrar sus medicamentos y alimentos a los enfermos. Reinan la anarquía e ineptitud. Lo que de improviso podría ocurrir en este país, es que ese Petro “mentirosillo” se dé un autogolpe de Estado, que sería como en el fútbol, una suerte de pelotazo en contra.