Valencia, el eco de un gesto | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Noviembre de 2024

Mi hija fue a estudiar Física a la Universidad de Valencia, pero ahora su vida transcurre entre el lodo, las botas y el balde en el que recoge los desechos que dejó la DANA. Hace dos semanas, cuando nos contó que habían cancelado las clases porque iba a llover, desde Bogotá nos pareció exagerado. Incluso hicimos bromas en el chat, que si la gente era de azúcar; que tú bien sabes, como dice el vallenato, que cuando llueve no hay clase en el colegio. Nadie podía imaginar lo que iba a pasar.

“Esto va de mal en peor”, escribió Lucía, cuando envió el reporte que anunciaba Riesgo Alto. En Colombia era la madrugada del martes 29 de octubre y en España era mediodía. Unas horas después nos envió un video y entendimos que algo grave estaba sucediendo. Por la tarde, después de que la Alerta de Protección Civil resonara al tiempo en todos celulares de Valencia, supimos que los pueblos de la provincia estaban pasando una noche apocalíptica.

Luego todo fue trágico. El agua arrasó a su paso y al despertarnos en Colombia, el 30 de octubre, la imagen de las calles inundadas y los carros apilados ya había dado la vuelta al mundo. “Aquí estamos bien”, reportó Lucía, “pero en los pueblos fue muy grave”. De repente, ya no era importante el Cálculo Diferencial, ni la fiesta de Halloween. “Voy a salir a comprar agua, por si acaso, y luego voy a una reunión para ver cómo podemos ayudar”.

Lo que ha venido sucediendo, de ahí en adelante, es tan triste como conmovedor. Los jóvenes se volcaron en masa a ayudar a sus vecinos. Mi hija y sus compañeros han caminado junto a miles de personas, varias horas al día, para poder llegar y salir de los pueblos afectados. A punta de escoba han sacado lodo de las casas, han retirado escombros y desechos, y han brindado consuelo. Han ayudado y, a la vez, se han visto abrigados por la misma gente que los recibe con comida, entre lágrimas y abrazos. Cada día nos hace un reporte. Nos cuenta conmocionada lo que ha visto y a veces lloramos juntos; entonces el dolor de Valencia resuena muy cerca, aquí en Bogotá. 

En medio de la crisis, además, Lucía descubrió que crecer en Colombia la dotó de una fuerza interior que no conocía. “De alguna manera, no sé cómo, nosotros estamos preparados para la tragedia”, dijo. Tampoco imaginaba lo útil que resultaría el servicio social estudiantil que hizo en el Banco de Alimentos de Bogotá. “¿Es que han tenido alguna emergencia por allá, recientemente? le preguntaron, mientras empacaba mercados con notoria habilidad. “Colombia es una emergencia permanente”, contestó. Ayer, finalmente, los 50.000 estudiantes de la Universidad de Valencia reanudaron las clases, en modalidad virtual. La lección de solidaridad que se han dado entre ellos les queda para el resto de la vida. El eco de su gesto llegó hasta Bogotá y yo tampoco lo olvidaré nunca. A todos ellos, infinitas gracias.

@tatianaduplat