Seguramente fue mi recordado maestro “Josepelos”, en el Salesiano de Dosquebradas, quien me enseñara el origen de esa frase, atribuida al último emperador pagano, Juliano, bien llamado “el apóstata” por haber renegado de nuestros antepasados y sufridos cristianos denigrando, incluso, de su propio abuelo, Constantino, quien había frenado su holocausto; pero el muy pagano los enfrentó hasta cuando, herido de muerte en combate en Mesopotamia, ya en retirada (año 363) debió tragarse sus últimas palabras: “Venciste, Galileo”, reconociendo el triunfo de Jesucristo.
Ahora, trasladando acá el cuento, nos toca modificarlo, porque en nuestra Colombia tierra querida las cosas se han puesto color de hormiga, como en Putumayo. Todo lo que está pasando, empezando por esa costosísima paz falsaria que nos legó el acuerdo Farc – Santos, incluyendo la JEP, el Nuevo Catecismo de la Verdad que redactó el padre Francisco (el apóstata) de Roux y, además, de colofón, el triunfo de la extrema izquierda, todo ello tiene un gran protagonista de fondo, taimado, cual espíritu burlón que mira desde la caverna, el señor Santos Iscariote, ante quien debemos ahora rendirnos y expresarle, con voz ahogada: “venciste, fariseo”.
Todo comenzó con un proceso de paz que se ideó Enrique Santos, idea que compró de inmediato su hermano presidente y a la que se sumaron los ya “conversados” vetustos jefes de las Farc, quienes vieron la oportunidad calva para dejar de ganarse el pan con el sudor de sus frentes en la selva y prefirieron, los más inteligentes, irse a engordar cómodamente sentados en las sillas del Capitolio Nacional y los más “avispados” optaron por dedicarse, de frente, al mejor y más rentable negocio del mundo: el narcotráfico. Para el efecto, se asociaron con la dictadura venezolana, que además les servía de santuario para solaz de sus comandantes.
Y en el trámite de perfeccionamiento del acuerdo, Santos reconoció su error: haberlo sometido a plebiscito confirmatorio ante el pueblo, porque resulta que ganó el no y el presidente Uribe, líder del no, en vez de haberlo hecho valer, se dejó enredar por Iscariote quien, como buen jugador de póker, le dio tres vueltas, a resultas de lo cual al tal Acuerdo se le hicieron unos cambios cosméticos y pare de contar. Uribe no ha reconocido éste, su gran error histórico. Y entonces ese proyecto de paz quedó “legitimado por subsiguiente maridaje” entre gobierno y oposición y allí nos abrocharon a todos.
Pero en últimas, a los disidentes de Farc les salió el tiro por la culata: cayeron en desgracia con el “Comandante” Maduro quien, probablemente, facilitó su aniquilamiento por volverse ellos competencia desleal en el negocio o, quizás, quizás, quizás, a través de testaferros, decidieron darlos de baja para ganarse las cuantiosas recompensas (aprox. US$ 10 mil millones y $ 4 mil millones por cada uno) y así fueron cayendo -como naipes- Iván Márquez, Gentil Duarte, Romaña, el Paisa y el “cantante” Jesús Santrich, alias Seuxis Pausias, con lo cual quedó desvertebrada, prácticamente, Narcotalia, toma II.
Post-it. El grupo insurgente Eln anda de plácemes con el entrante gobierno, porque harán la paz y, mientras, sigue llamando a los soldados y policías secuestrados “prisioneros de guerra”, mientras el cura de Roux, pecando de pensamiento, diría que están simplemente “pagando cárcel en la selva”.