VICENTE TORRIJOS | El Nuevo Siglo
Martes, 8 de Mayo de 2012

"Embedded"

Sobre todo desde la invasión norteamericana a Irak, en el 2003, se popularizó la práctica de que los periodistas fueran a cubrir los hechos al amparo de las tropas, desplazándose con ellas para garantizar su seguridad personal.

Es lo que se conoce como "embedded", o sea, el periodista que se inserta o se incorpora a esas tropas para minimizar el riesgo personal en la cobertura de conflictos armados.

En cualquier caso, "insertado" o "actuando por su cuenta y riesgo", el periodista es una persona civil, no es un combatiente, y si cae en poder del otro antagonista no puede ser considerado como prisionero de guerra y a la espera de un acuerdo para su puesta en libertad.

Dicho de otro modo, ese periodista que al fragor de los combates queda atrapado en el territorio de los otros, y ha caído en sus manos, debe gozar de todo el respeto y la protección de cualquier civil, ya sea que esté cubriendo un conflicto interno o un conflicto entre Estados.

Eso significa que en semejante escenario, quienes lo tienen en su poder no pueden atentar contra su dignidad, ni despojarlo de sus bienes, ni someterlo a torturas, interrogatorios o humillaciones.

Por el contrario, los cabecillas de la organización armada están obligados a atenderlo apropiadamente en caso de que se encuentre herido y liberarlo lo más pronto posible, garantizándole la vida.

Mantenerlo en su poder lo convierte automáticamente en rehén y, por supuesto, la comunidad internacional condena de manera absoluta esta situación, poniendo en la mira a los responsables que tendrán que responder tarde o temprano por tan aberrante conducta.

No hay, pues, ninguna excusa que impida la liberación inmediata de un periodista. Enmascarar esta obligación con diálogos o negociaciones dentro o fuera del país no es más que un engaño y solo puede entenderse como la manipulación de la vida del rehén convertido en botín estratégico.

En resumen, las medidas de protección a periodistas que son explícitas en el sistema internacional desde hace casi 40 años no pueden ser ignoradas, ni sometidas a interpretaciones oportunistas.

Y aunque sea poco lo que en el plano moral pueda esperarse de las organizaciones terroristas, lo mínimo que se les puede exigir a sus cabecillas es que actúen bajo los simples parámetros del sentido común y la racionalidad pues cualquier provecho coyuntural que obtengan durante el episodio se vendrá como una avalancha en su contra a lo largo de la contienda.