VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Julio de 2013

American Girl

 

Voy caminando por la Quinta Avenida, cerca al Rockefeller Center, y por la cantidad de paquetes iguales que lleva la gente me veo arrastrado al gigantesco almacén esquinero de parasoles rojos. Decenas de muchachitas acompañadas por sus padres se mueven afanosamente de un lado para otro tratando de construir a su medida el juguete más codiciado del momento: la Muñeca Americana.

Con un centenar de prototipos étnicos y todos los matices epidérmicos posibles, esta muñeca es escogida por la afinidad física que se crea entre las niñas de carne y hueso y ese modelo que recoge fielmente su fisonomía hasta convertirse en alter ego o clonación.

A diferencia de otros juguetes altamente interactivos como Barbie, o Build a Bear, American Girl es la proyección de sí mismo, el desarrollo temprano de las tendencias maternales y la prolongación del propio yo con un sentido identitario, transcultural y cohesionador de la sociedad que sumerge a las niñas en las raíces mismas de la cultura norteamericana.

Rescatando los valores propios de su modo de vida, este gigantesco experimento del tipo 'melting pot' se basa en que cada prototipo es la expresión de los pioneros que le dieron vida al Estado, así que la pequeña cliente no solo compra un muñeca a la que puede adornar de mil maneras sino que adquiere, en principio, un trozo de la historia de una nación multiétnica y pluricultural.

Ahí están los caracteres culturales de Kaya, la nativa; Addy, la afroamericana; Kit, la anglosajona, o Josefina, la mexicana, con todos los aparejos y aderezos de sus orígenes pero también con libros, CDs, cuentos, películas, que dotan a cada muñeca de una serie de símbolos históricos con los cuales el juguete se convierte en una herramienta política, morigeradora de los conflictos sociales.

Y como en el universo de la American Girl todo es posible y todo puede comprarse no sólo para el juguete sino también para la propia niña, esa realidad alternativa trasciende el entorno estrictamente individual convirtiendo así a las hijas de la familia común en sujetos activos no solo del mercado y del capitalismo sino de las virtudes (y defectos) en las que se basan los así llamados Estados Unidos de América.