VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Marzo de 2014

Sebastopol - La Guaira

 

Sebastopol  es una ciudad de la península de Crimea, en Ucrania, donde Rusia tiene estacionada su poderosa Flota del Mar Negro.
La Guaira es el principal puerto de Venezuela, a solo 30 Kms. de Caracas, y muy cerca del aeropuerto internacional de Maiquetía.
La base de Sebastopol es clave porque les permite a los rusos acceder al Mar Mediterráneo y así conectar con sus instalaciones en Tartus, Siria, el otro eslabón fundamental de su cadena geoestratégica.
La Guaira es el símbolo del poder bolivariano, cuna de la independencia y alma del imaginario geopolítico de Venezuela en el Caribe.
Crimea es una república autónoma de Ucrania con población de origen ruso que, por supuesto, se siente más rusa que ucraniana.  En el fondo, Rusia la reclama como propia y hace parte de su rompecabezas irredentista.
A La Guaira llegaron hace pocas horas cuatro buques de guerra rusos: el moderno lanzamisiles Moscú, un antisubmarinos, un remolcador y una cisterna. Tal como sucedió en el 2008, cuando Rusia enfrentó a Georgia para apoderarse de Abjasia y Ozetia del Sur, la península de Crimea está siendo invadida por las tropas rusas para declarar su anhelada independencia.
En La Guaira, el presidente Maduro recibió los buques con bombos y platillos porque, tal como acaba de anunciarlo el ministro de Defensa de Putin, Serguéi Shoigú, el renovado imperio ruso construirá bases navales en el Ártico, las islas Seychelles (África - Índico), Vietnam, Singapur... Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Perdida Ucrania por la fuerza de la voluntad popular, los rusos defenderán a capa y espada un gobierno títere en Crimea para mantener intacto su poder y sus capacidades militares globales. Maduro, por su parte, hará hasta lo imposible por garantizar la presencia militar rusa en Venezuela porque así podrá condenar a Leopoldo López, perseguir sistemáticamente al resto de la oposición y permanecer en el poder, tal como -al amparo de Moscú- lo está logrando en Siria el régimen despótico de Bashar Al Assad.
En pocas palabras, Rusia se ha convertido en el ángel guardián del genocidio, la tiranía y el terror no solo en el Mar Negro y el Levante, sino también en el Caribe.
Por eso hay retretas, guirnaldas y serpentinas en La Guaira y en Sebastopol. Pero también en Managua. Y, como siempre, en La Habana.