VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 20 de Diciembre de 2011

Apolo, Vulcano, Kyrón y Pegaso

De tour en tour, aquí, allá y acullá, el vicepresidente Garzón parece deleitarse compulsivamente con la tarea de endulzarles el oído a los terroristas con sus promesas de trato favorable y complaciente.

Difundiendo ante el mundo la idea de que las Farc y el Eln son sujetos políticos con los que se puede negociar y a los que se debe conceder privilegios bajo condiciones (cada día más y más elásticas), el señor Garzón, tal vez de manera involuntaria, propaga exactamente el mismo mensaje de la diplomacia guerrillera.

Dominado por el relativismo moral y la inversión de valores democráticos que durante años imperaron en ciertos sectores políticos, el Vicepresidente aduce con espontáneo desparpajo que “la paz se hace con ilegales, con gente que lleva en la violencia varios años”, lo que, palabras más, palabras menos, no es más que el estímulo perfecto para que quien esté en la guerrilla persevere y que quien no lo esté se decida a ingresar en ella.

Dispuesto a toda costa a premiar a los violentos, Garzón aboga porque se les ofrezca un tratamiento preferencial, de tal modo que “la cárcel o la extradición no sean la única alternativa que el Estado les ofrezca”. Brillante lógica con la cual el maleante se da por enterado de que entre más actos terroristas perpetre, más y mejor premiación se le concede.

Por fortuna, frente a semejante laxitud, el Estado en su conjunto tiene claro (desde tiempos del Caguán) que lo único que preserva las libertades y mantiene intacta la democracia es el perfeccionamiento de la persuasión coercitiva, o sea el sometimiento del terrorista a la Justicia.

Y precisamente para eso es que nuestros generales han puesto en marcha desde el sábado pasado las nuevas Fuerzas de Tarea Apolo, Vulcano, Kyrón y Pegaso, destinadas ya no a ultimar a la cúpula terrorista (amparada, como está, en alguna república bananera) sino a romper las redes insurgentes desde esos núcleos axiales que son Miranda, Tibú, Tame y Tumaco.

En resumen, no se trata ya de la simple contención de la subversión (basada en “garrotes” y “zanahorias”) sino del binomio población/Fuerzas Armadas para disuadir al terrorista y convencerlo de que disolverse, deponer las armas y entregarse a la Justicia es la mejor opción que tienen él y todos aquellos que estaban ilusionándose con imitarlo.