Vicente Torrijos R. | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Noviembre de 2015

“Por lo pronto, superpotencias actúan a ciegas”

PLANETARIO

Guerras amorfas (III)

 

En  definitiva, las guerras amorfas son altamente complejas porque se basan en una amenaza difícil de entender, enfrentar y reducir.

 

El presidente Obama, por ejemplo, sostuvo durante varios meses que si el presidente Al Assad usaba armas químicas contra la población, sería sometido a una intervención por parte de la gran potencia. Pocas horas antes de anunciar las operaciones contra el régimen, Obama se retractó y prefirió formular una consulta previa al Congreso, justamente porque percibió que el centro de gravedad del problema era otro y que, aun siendo un gobierno represivo, el foco del problema no era la dinastía sino una extraña fuerza emergente, el Estado Islámico.

 

Entonces, la estrategia norteamericana se concentró en las huestes de Bagdadi e inició bombardeos incesantes desde finales del año pasado, en una especie de guerra de desgaste que no ha arrojado ningún resultado positivo. Por último, la Casa Blanca logró involucrar a otras potencias en el asunto, con lo cual, Francia inició bombardeos, y Turquía y Jordania facilitaron sus bases aéreas, pero los resultados siguieron siendo los mismos, con el agravante de que, tras largos años de reconstrucción, los talibanes amenazan con recobrar Afganistán, e Irak se ha convertido en un satélite de Teherán.

 

Ante semejante debacle, y temerosos de perder la costa siria que es, en efecto, su plataforma estratégica en el Mediterráneo después de haber perdido Libia, los rusos tomaron la decisión de intervenir por su cuenta, dando paso así a otra característica propia de las guerras amorfas: los países más poderosos del planeta enfrentan la amenaza al mismo tiempo pero en paralelo, por separado, de modo muy distinto a lo que hicieron durante la segunda Guerra Mundial.

 

Con el apoyo de Irán y sus tropas de elite, Moscú justifica su presencia en la invitación formulada por el gobierno legítimo de Damasco, empodera a las tropas de Al Assad y bombardea por igual a los opositores y al Estado Islámico confiando en recobrar plenamente la estabilidad perdida y afianzar su liderazgo en el Levante.

 

Pero, como sea, las guerras amorfas apenas están comenzando. Habrá que ver lo que suceda cuando Israel se vea forzado a intervenir, pero, por lo pronto, las superpotencias actúan a ciegas, van de tumbo en tumbo y los ingeniosos adversarios se solazan al percibir semejante desconcierto.