“Tan solo hasta hoy -según la ONU- el mundo llega a una marca lúgubre”, afirma el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos tras la noticia del Ministerio de Salud de Palestina de que los muertos suman ya 40.000 en ese territorio. “La mayoría de los muertos son mujeres y niños”, agregó Volker Türk, enfatizando que durante los últimos diez meses han sido asesinadas una media de 130 personas al día en la Franja de Gaza. La destrucción se extiende a las zonas urbanas, hospitales, viviendas, escuelas y sectores civiles, que indiscriminadamente sufren los constantes bombardeos.
A su vez, en la guerra entre Rusia y Ucrania, los informes internacionales contabilizan un millón de muertos entre ambos bandos. La destrucción suma cientos de millones de dólares, lo mismo que el derroche de armamento empleado para combatirse mutuamente. Los muertos en Siria, en especial de civiles, no se han contado y las cifras son catastróficas. Y lo peor es que si el electo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, no consigue hacer la paz, la mortandad seguirá implacable el año que viene.
Esos conflictos armados mantienen la atención de la comunidad internacional, pese a que está un tanto desconcertada. Lo mismo que concitan la atención europea, provocando un rearme generalizado y honda preocupación en los políticos que aman la paz y quieren el bienestar de sus pueblos. Estados Unidos y China libran una guerra psicológica y se muestran los dientes movilizando sus flotas y sus aviones en diversas partes del globo, por ahora sin entrar de frente en conflicto. En tanto el mundo mira de soslayo esas guerras, la situación de países como Colombia en donde la guerra produce toda suerte de asesinatos, crímenes y ataques terroristas en menor escala, pasa a un segundo plano. En especial por cuanto aquí se habla todos los días de paz, entendimiento y diálogo con los subversivos, al punto que las Fuerzas Militares tienen prohibido actuar en determinadas zonas que controlan los subversivos y delincuentes que se calcula predominan en 70 % del territorio. Es así como con demasiada frecuencia los atentados y ataques a la población civil quedan en su mayoría en la impunidad.
Varias veces hemos planteado que el conflicto armado en Colombia por cuenta de la crisis en los cuerpos de inteligencia oficiales y la debilidad de la fuerza aérea, como del rearme de los grupos subversivos que ya atacan con drones y misiles, puede dar un vuelco colosal e intensificar de manera pavorosa el ataque a las ciudades.
El más reciente informe internacional al respecto sobre Colombia es sencillamente catastrófico. Pues dice que “los centros urbanos han sido escenarios de consolidación de las estructuras armadas que, de manera indirecta, inciden en las dinámicas y rentas legales de bandas criminales en los barrios. Clan del Golfo, disidencias de las Farc y el Eln han trasladado sus dinámicas cada vez más hacia zonas como Bogotá, Cali, Medellín para expandir las rentas ilegales y cometer delitos fiscales”.
Explican que “en el caso del Clan del Golfo el autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia (EGC), establece relaciones directas con pequeñas bandas criminales ya establecidas en el territorio, al tiempo que ejerce presión y recurre a la violencia cuando se amenazan sus intereses. Ha desarrollado un sistema de tercerización, subcontratando bandas o grupos menores para fomentar el microtráfico y la extorsión, extendiendo así su influencia territorial”.
Esa es la dinámica de una guerra urbana que se abate sobre las urbes colombianas.
El informe muestra cómo los agentes del caos controlan Quibdó y mueven sus tentáculos por otras ciudades del país. Y señalan que cuenta con ¨una avanzada militar del Clan del Golfo que ha desplazado de varios barrios a las bandas urbanas que están en ese territorio como Locos Yam, mexicanos y RPS -todos en un proceso de diálogo con el gobierno-, con el fin de expandir su control territorial y catapultar las rentas ilegales.
Es evidente que de manera implacable se mueven los terroristas por las ciudades colombianas, convertidos en la peor amenaza a la débil democracia. No se descarta que en cualquier momento Bogotá y otras ciudades sean atacadas con misiles, al estilo de lo que ocurre en otras naciones.