El domingo son las elecciones regionales en Colombia. Básicamente se eligen gobernadores, alcaldes, diputados a las asambleas departamentales y concejales de los municipios, todo lo cual constituye el poder netamente local. Sin embargo, se ha alimentado la esperanza de que este configure un contrapeso al poder nacional y el triunfo mayoritario de partidos de oposición se convierta en una piedra en el zapato para el gobierno de Gustavo Petro, restándole gobernabilidad y apoyo para sacar avante sus calamitosas reformas en el Congreso.
La verdad, una cosa es el poder nacional y otra el poder local. Aunque Petro no pierde oportunidad para tratar de influir en las regiones, como en su obsesión de forzar la construcción subterránea del metro de Bogotá. El problema es que éste, el de Petro, no es un gobierno normal, y este individuo no ha tenido el menor empacho en demostrar que lo suyo es desmantelar todo lo que en el país funciona, destruyendo lo que está bien en vez de optimizarlo. Su cambio es profundamente deletéreo.
En realidad, no puede negarse que si las principales alcaldías y gobernaciones quedan en poder del Pacto Histórico, o sea del petrismo, al gobierno le sería más fácil perpetuarse en el poder bien sea en cabeza del mismo Petro -aunque la reelección en este momento no está permitida- o a través de títeres como Gustavo Bolívar o Daniel Quintero, lo cual resultaría desastroso porque le otorgaría a Petro el tiempo que requiere para completar su plan de destrucción y hacerlo irreversible. Cuatro años es muy poco.
Con el poder local, Petro y sus secuaces contarían con suficiente ‘masa crítica’ para tratar de perpetuarse al frente de los destinos de la nación. Esas alcaldías y gobernaciones suman muchos puestos directos y contratos, además de jugosos presupuestos que se pueden traducir en subsidios y toda clase de beneficios que no tienen más objetivo que comprar las conciencias y el beneplácito de tantos necesitados que, en 2026, irían a las urnas a votar por Petro o por el que él diga.
No obstante, hay probabilidades de que ello no ocurra así. En Medellín, ‘Pinturita’ Quintero les ‘regaló’ computadores portátiles a los estudiantes de educación media de las instituciones públicas, pero ese acto de demagogia no le ha significado la menor retribución por parte de los beneficiarios y sus familias. En vez de despertar gratitud, a Quintero lo rechiflan en todas partes, y sus candidatos, según las encuestas, sufrirán una derrota estruendosa el domingo. Parece que ya la gente no se regala tan fácil por un beneficio, aunque la compra de votos es un hecho real. Veremos.
Lo cierto es que la gestión de Gustavo Petro y su gobierno, en estos 15 meses, ha sido decepcionante para la mayoría de los colombianos. Todas las mediciones ubican su favorabilidad en alrededor de un 30% que luce muy generoso para con una administración caracterizada por los escándalos, la mediocridad, la inacción. Eso, generalmente, se paga en las urnas. No puede resultar premiado un sujeto como Petro que ha faltado un centenar de veces a sus compromisos porque le harta el poder y se incapacita por un raspón de rodilla. Estas elecciones son una oportunidad para empezar a enderezar el rumbo, y no hay que perder la ocasión. Ya se oyen los lamentos, no esperemos más.
@SaulHernandezB