Algunos medios de comunicación extranjeros se preguntan, ciertamente extrañados, por qué un proceso de negociación que ha sido presentado a los ciudadanos colombianos y al resto del mundo como 'el fin de la guerra' registra en las encuestas tanto recelo y rechazo.
Precisamente, lo primero que se preguntan es por qué el ‘No’ aparece punteando en varios sondeos de opinión, cuando lo natural sería que reinase la euforia, el optimismo y la idílica percepción mencionada.
Cuando entienden que impera una profunda desconfianza, la curiosidad aumenta.
Y cuando se les dice que el Gobierno se comporta con las Farc como si fueran socios, y no como adversarios, concediéndoles toda suerte de privilegios y prebendas, comienzan a desarrollar un interesante pensamiento crítico que se aleja del enfermizo unanimismo que impera por aquí en el Ejecutivo y el Congreso.
Al activarse el pensamiento crítico, el intercambio se torna aún más interesante porque, más allá de la noción de desconfianza, se quiere saber cuáles pueden ser las causas de la brecha que existe entre lo negociado en Cuba y lo que siente el grueso de la población en Colombia.
Cuando se les explica que las Farc siguen traficando con drogas, extorsionando a la población, intimidándola y movilizándola bajo amenazas, gozando, además, del estatus político concedido por el Gobierno, todo comienza a debatirse con mayor interés y fluidez.
Ante semejante panorama, es apenas normal que se pregunten por los escenarios del futuro inmediato, con lo cual, no logran comprender cómo es posible que en una democracia se convoque a un plebiscito cuando una de las partes involucradas conserva las armas en su poder y, de hecho, las usa o amenaza con usarlas.
Llegados a este punto, son ellos mismos los que, rezumando democracia, se apersonan del asunto y aseveran que lo importante es que tanto el plebiscito como las elecciones presidenciales del 2018 sean absolutamente limpias y libres.
“A este paso”, sostienen, “dudamos que lo sean. Lo lógico sería que una misión internacional de la ONU, aún mayor que la establecida para supervisar la ubicación de los guerrilleros, vigilara ambos procesos”.
“Pero si no fuese así, aquí estaremos en redes ciudadanas diciéndole la verdad al mundo para que el llamado 'fin de la guerra' no se convierta en el 'fin de la democracia'.”