Bogotá se transforma en la mejor pista para las carreras a control remoto | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 28 de Agosto de 2019

Aficionados del radiocontrol de todas las edades se reúnen en pequeños grupos casi desconocidos para competir, "desestresarse" y "volver a ser niños"

Todo comenzó como una broma. En 1898, en el Madison Square Garden, Nikola Tesla le hizo creer a todos los espectadores que podían controlar un pequeño bote no tripulado. El juguete parecía obedecer las órdenes de la audiencia, pero en realidad era manejado por Tesla, quien enviaba frecuencias al sistema eléctrico interno por control remoto.

Esta fue la primera vez que se usó por diversión la técnica de radiocontrol para mover un objeto a distancia de manera inalámbrica. Así inició un pasatiempo que hoy tiene millones de seguidores en todo el mundo, en donde compiten drones, tractomulas, aviones, botes, helicópteros y, por supuesto, carros manejados a control remoto.

En Colombia hay miles de aficionados del radiocontrol, o RC, los cuales se reúnen en pequeños grupos casi desconocidos. ‘Autodemencia’ es uno de los más grandes del país y fue fundado por Diego Rodríguez, quien por medio de redes sociales ha construido una comunidad de personas obsesionadas con estos carritos.

“Una vez estaba jugando con mi hermano y él me preguntó qué quería ser cuando grande y yo le di una respuesta que se me quedó grabada hasta hoy: «Quiero hacer juguetes para hacer feliz a la gente»”, asegura Rodríguez. Unos años atrás cayó en la quiebra y decidió comprar unos carros a control remoto con el poco dinero que le quedaba. Así inició todo: empezó a contactar gente por redes sociales para venderles repuestos y a organizar competencias en parques de la ciudad.

Rodríguez encontró un sustento y una estabilidad económica con su tienda y club de aficionados, y bajo su coordinación todos los viernes se reúne un grupo de cerca de cien personas en una cancha de baloncesto en el barrio Rafael Núñez para competir. Los miércoles en la noche llevan los camperos a la Quebrada La Vieja, y los domingos cada 15 días van a lugares como el Nevado del Ruíz, Villa de Leyva, Anapoima, Tocancipá y La Calera. Este año quieren ir hasta Machu Pichu, en Perú, para probar las camionetas todoterreno.

Los vehículos profesionales de control remoto se clasifican de diversas maneras: por tipo de motor (ya sean eléctricos o de combustión, también llamados «nitro»); por escala, es decir, el tamaño con respecto a un carro real (los más populares son 1:8 y 1:10), por tracción de las llantas (hay 4x2 y 4x4) y por categorías de terreno: de pista, «on-road», y todoterreno, «off-road».

En el grupo hay abogados, magistrados, ingenieros, policías, diseñadores, celadores, conductores de taxi, mensajeros, estudiantes. “Acá participan personas desde los 6 hasta niños de 80 años”, dice entre risas el director de Autodemencia. Uno de esos “niños” es Jorge Navarro, de 70 años, a quien le fascina manejar su camioneta y está aprendiendo a correr los carros de carreras: “Es un hobby para toda la familia. La gente de este grupo es muy buena, todos están pendientes de mí y me cuidan mucho porque soy como el abuelito. Eso nos ha hecho más amigos”.

El grupo, además, tiene una razón social y dona regalos cada tanto a los niños más necesitados para Halloween o Navidad: “Hemos ido a fundaciones y hacemos espectáculos. Por ejemplo, hace tres años fuimos a una comunidad de indígenas embera y los niños estaban fascinados con los carritos”, asegura Rodríguez.

Muchos vecinos se acercan a ver la pista de obstáculos diseñada para camionetas 4x4 y admiran la pericia de los conductores. Rodríguez cuenta hasta tres y los carros empiezan a girar en la pista a toda velocidad: “Falta apoyo y faltan espacios, tenemos inconvenientes con la gente que vive cerca a los sitios donde corremos, a veces hacemos ruido porque nos emocionamos y eso puede ser molesto para algunas personas”, asegura Nelson Rubio, quien desde hace tres años se ha convertido en un experto en configurar los carritos de los participantes.

Es medianoche y los aficionados recogen sus carros. Hay quienes revisan con la luz de una linterna su carro y otros siguen practicando en la pista desocupada. “Lo que queremos es que más gente se integre. Cualquier persona puede entrar a este pasatiempo. Todos fuimos niños, o más bien, todos somos niños”, dice Rodríguez.

Poco a poco el parque se queda solo. Rodríguez recoge la pista de obstáculos para camionetas y la pista de carreras. Los aficionados se van, intentando esquivar el frío, con miras en la próxima carrera, en la que tendrán su carrito a un nivel más competitivo. Rodríguez se despide de su “familia”, como llama a sus amigos y clientes, mientras se ríen a carcajadas recordando lo que pasó en la pista. Y todo termina como comenzó, como una broma.