Brasil: moteles se convierten en hoteles | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Febrero de 2013

Adiós a las camas circulares y los techos con espejos: el sexo ya no es negocio y los moteles de Rio de Janeiro invierten millones para reformar sus atrevidas habitaciones y atraer a los turistas que visitarán la 'cidade maravilhosa' por el Mundial-2014 y los Juegos Olímpicos-2016.

Shalimar, ubicado en el acomodado barrio de Leblon, es uno de los 60 moteles que están reformándose, cambiando los tapetes rojos, espejos, camas de agua en forma de corazón y cadenas en las paredes por una decoración minimalista.

En total serán reformados 3.500 de los 6.500 cuartos de motel de la ciudad, una inversión que supera los 100 millones de dólares, indicó a la AFP la agencia de promoción de inversiones de la ciudad, Rio Negocios.

En Rio "existe un problema de oferta (de habitaciones de hotel), pero estamos trabajando en ello. Tendremos 16.000 camas más (...). También usaremos los moteles. Eso es algo nuevo, puede ser una aventura para una pareja, una ocasión para nuevas experiencias", dijo riendo el alcalde Rio, Eduardo Paes, en una reciente entrevista con la AFP.

Rio tiene hoy 32.436 habitaciones: 20.414 de hotel y 12.022 entre moteles, apart-hoteles, posadas y hostales. La meta es que la oferta aumente a 47.788 (+47%) en total para 2015.

"Los moteles serán una opción para quien viene a Rio de Janeiro, van a contar con hoteles económicos en zonas privilegiadas de la ciudad", dijo a la AFP Alfredo Lopes, presidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Hoteles de Rio (ABIH-RJ).

El sexo no es negocio

El 'boom' de los moteles de sexo en Rio de Janeiro tuvo su auge en las décadas de los 70 y 80. "Todo chico quería cumplir 18 años para poder visitar un motel", recuerda Antonio Cerqueira, vicepresidente de la ABIH-RJ y propietario del Shalimar.

Pero eso acabó a raíz de las crisis económicas en Brasil a finales del siglo pasado, el aumento de casos de sida y un cambio cultural en las familias.

"Antes no se podía ni imaginar llevar a la novia a dormir con uno en la casa de los padres, pero desde hace unos años eso es normal", señaló Lopes.

Cerqueira indicó que en los últimos años los clientes jóvenes fueron reemplazados por los de mediana edad, "gracias a los remedios milagrosos" para la disfunción eréctil.

El adiós de Venus

Pese a su erótica decoración, la ocupación de los moteles siempre fue total en fechas de temporada alta como carnaval y año nuevo, así como cuando hubo importantes eventos como la cumbre de la Tierra de 1992 y hasta la visita del papa Juan Pablo II en 1997.

"Dignatarios internacionales entraban a los moteles y se cruzaban con sus ocupantes usuales al final de sus actividades, era un ambiente curioso", recordó el ministro de Deportes, Aldo Rebelo, que consideró "una buena idea (...) el programa para que los moteles se transformen en verdaderos hoteles".

El proceso de transformación tiene ya unos dos años, pero tomó fuerza durante la cumbre de la ONU Rio+20 en junio. Además de los grandes eventos deportivos que acogerá la ciudad, numerosas empresas -principalmente petroleras- se han instalado últimamente en Rio de Janeiro, buscando alojamiento económico y de calidad.

Los trabajadores de los moteles también recibirán entrenamientos y cursos de idiomas para tratar al nuevo tipo de clientela, que no busca clandestinidad sino buen servicio.

El Shalimar tiene 62 habitaciones. Treinta ya han sido remodeladas.

El silencio en los pasillos es súbitamente interrumpido por un grito femenino que surge de una habitación. El personal ni se inmuta.

Sucia y rota, una escultura de una Venus de gran tamaño descansa afuera de uno de los cuartos lleno de escombros. Su presencia ya no adorna y seguramente terminará, como los espejos, en la basura.

Sólo una habitación del viejo Shalimar sobrevivirá, la Medieval. Decorada con cadenas y adornos de granito que simulan una torre de castillo, ésta es una de las más pedidas por los clientes.

"Si la quitamos nos matan", aseguró una de las empleadas del hotel con una amplia sonrisa.

AFP.