Cuatro documentales colombianos van por el premio Macondo | El Nuevo Siglo
La entrega de los galardones se realizará en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá.
Cortesía Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas
Jueves, 3 de Noviembre de 2022
Redacción Cultura

Por Sandra Ríos, creadora de www.CineVistaBlog.com

El cine colombiano sigue distanciado con el público local, al menos en lo que se refiere a su recepción en la taquilla, donde las cifras siguen siendo flacas para el gran grueso de producciones que llegan a cartelera cada año y a pesar de sus representativos reconocimientos internacionales. Basta con citar a la reciente ganadora del máximo galardón en uno de los eventos de clase A para la industria, el Festival de Cine de San Sebastián, y me refiero a “Los reyes del mundo” que en tres semanas en cartelera no traspasa los 55 mil espectadores.

Persiste la idea de tratar al cine colombiano como un género, donde injustamente se engloba todo lo que se produce en el país y se relaciona con unas mismas temáticas y formas de narración. Es habitual escuchar decir que las películas de acá solo hablan de violencia, guerra y narcos, y que por el lado de la comedia tampoco se logra cautivar del todo, salvo contados casos como el de la saga “El paseo”, que ya va por su sexta entrega.

Que no consumamos con facilidad nuestras propias realidades es un fenómeno que sucede en casi todas partes, pero sí hay un trabajo aún pendiente de formación de públicos desde la escuela para que esos estereotipos puedan vencerse y, al margen de la entretención, el cine que no es de grandes estudios por lo menos sea percibido de otra manera.

De la competencia de los Premios Macondo en su décima edición, que celebra la excelencia de la industria cinematográfica nacional, la categoría que despierta más interés es la de Mejor Película Documental, porque precisamente es una gran muestra de lo variado de nuestra cinematografía tanto en forma como en estilo. Hay algo en común en las nominadas de este año y es que todas, óperas primas, son narradas con frescura y una gran capacidad de conmover, empatizar y de sacudir con sus historias, cine de lo real que nos refleja y que tiene el potencial de acercarse a un mayor público.



“La casa de mamá Icha” de Óscar Molina es uno de los documentales más emotivos del cine reciente colombiano, que narra la historia de un regreso, de una abuela que a sus 93 años de edad sueña con volver al país para vivir sus últimos días en la casa que por 33 años ha venido construyendo en su Mompox querido, pero el retorno la confronta a otra realidad, a la de una familia cuya relación ha sido fracturada por la distancia y a una casa que yace en la precariedad y casi las ruinas. Molina crea una valiosa reflexión sobre la fragilidad de la tercera edad, sobre el arraigo y los inmigrantes, desde una perspectiva diferente.

“Del otro lado” es la historia de unos hijos que buscan cerrar ciclos y sanar heridas en la búsqueda intensa del hombre que durante 603 días fue el raptor de su madre y quien a su vez la protegió de un destino fatal. Iván Guarnizo, director y protagonista de la historia, ha creado uno de los documentales más valiosos, muestra de nobleza y ejemplo de las implicaciones del proceso de paz en el ciudadano de a pie y, de paso, funciona como una invitación honesta a dejar los prejuicios frente a temas que nos incomodan.

Para hablar de nuestro cine hay que conocerlo (y consumirlo). El joven director Juan Jacobo del Castillo hace un buen repaso por la historia del cine político del país en “El film justifica los medios” contando, por fortuna, con las voces de tres de sus pioneros: la documentalista Marta Rodríguez, el crítico y realizador Carlos Álvarez (fallecido en 2019) y el fotógrafo Carlos Sánchez, con los cuales construye un relato que con simpleza y buenos recursos hace memoria de uno de los géneros más valientes y complejos, en un acercamiento que tiene la clara intención de atraer a los jóvenes.

Finalmente, “Suspensión”, gran largometraje de Simón Uribe que con mucha habilidad e ironía hace una metáfora de los impulsos de conquista del hombre sobre naturaleza, con la historia de un puente a medio terminar que desde hace casi un siglo se erige como recordatorio del fracaso, la corrupción y el estado de las cosas.