En Bogotá se consolidó un mercado de partituras gracias a la labor de unos inmigrantes italianos: la familia Conti, quienes lograron convertir la música en un negocio especializado en tiempos en los que no había acetatos, o LP, casetes, discos, ni mucho menos canales de YouTube o play list de Spotify.
Así lo recuerda la artista musical Carolina Correa Durán, magíster en Musicología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien reconstruyó la historia del legado musical-comercial de la familia Conti a partir de los sellos presentes en las partituras del Centro de Documentación Musical (CDM) de la Biblioteca Nacional de Colombia.
“Antiguamente la música se guardaba, reproducía y comercializaba a través de partituras, consideradas como las ‘bisabuelas’ de los dispositivos de grabación, ya que por mucho tiempo fueron la única manera de conservar las obras de un compositor”, menciona la investigadora.
Su proyecto de investigación “La familia Conti en la edición y el comercio de partituras en Bogotá”, realizado junto con sus colaboradores Lizeth Acosta, guitarrista y musicóloga, y Jaime Cortés, investigador y profesor asociado del Instituto de investigaciones estéticas (IIE) de la UNAL, fue ganador de la Beca de Investigación en Música del Programa Distrital de Estímulos para la Cultura de Idartes en 2020.
La magíster Correa analizó más de 500 partituras del CDM que tuvieran sellos o marcas Conti, y a partir de este muestreo reconstruyó la historia de varios establecimientos que llevaron el apellido Conti y que contribuyeron a la distribución de una importante cantidad de música nacional y extranjera en nuestro país.
“Allí encontramos partituras de casi un centenar de compositores colombianos, entre ellos Bonifacio Bautista, Luis A. Calvo, Milciades Garavito, José Barros y Lucho Bermúdez, entre otros, además de partituras de autores extranjeros importadas por los Conti a nuestro país”, mencionó la musicóloga Correa.
Los Conti fueron editores de partituras y comerciantes de instrumentos musicales. De los diferentes almacenes, el más reconocido es el de Humberto Conti: “Más del 60% de las partituras tenían sellos de Humberto Conti, quien sin duda llegó a comercializar más música que los demás establecimientos que tenían ese mismo apellido y dio pie a la generación de toda una zona de comercio musical que queda en el centro de Bogotá, en la calle 23 con 9ª”, mencionó.
Talento italiano
El músico italiano Manuel Conti llegó al país en 1888 para organizar bandas militares, por petición del gobierno colombiano. Con su talento contribuyó a la formación de profesores de música, con quienes además fundó la Orquesta Conti, una de las más importantes y prestigiosas de la época.
En su etapa de director y formador también creó la Banda Nacional, en la cual estuvo en su batuta hasta su muerte, en 1914.
En 1890 fundó el Establecimiento Musical Conti Hermanos, junto con Emilio y Egidio Conti. Este fue el primero de los negocios bajo este apellido y funcionó por más de 20 años comercializando partituras e instrumentos musicales.
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Hacia la primera década del siglo XX Egidio se separó de sus hermanos, posiblemente para fundar el Almacén de música e instrumentos Egidio Conti & Co., en donde también comercializaba partituras de Eduardo Conti, cuyo nexo con los hermanos aún no es claro.
En 1914 fallece Manuel, hecho que provoca el cierre del Establecimiento Musical Conti Hermanos. Aunque el almacén de Egidio siguió funcionando, en la década de 1920 Humberto Conti, hijo de Manuel y abogado de la UNAL, abrió la Casa Musical Humberto Conti, a partir de los instrumentos dejados por su padre.
Hacia 1950 Humberto alcanza su máxima expansión comercializando pianos de las mejores casas internacionales e importando partituras, y registró su marca Berconti. Su éxito llegó tan lejos que se podían ver varios avisos en la prensa sobre el negocio musical, pero además promocionando radios, en una época en que la radiodifusión estaba comenzando su auge como medio de comunicación y como un instrumento musical perfeccionado.
En 1956 se traslada a un edificio en la calle 23 entre 7ª y 9ª, donde la Casa Conti funcionaría por más de cuatro décadas, a pesar de la muerte de su fundador, 24 horas después de su inauguración.
Para ese entonces, el almacén ya contaba con sedes en Barranquilla y Cali, además de alianzas con agentes que llevaban instrumentos y partituras a otras ciudades como Cúcuta o Bucaramanga.
De forma paralela existió el Almacén de Música de Amelia Conti, activo en la década de 1940 en la carrera 8ª con 15. Aunque el parentesco de Amelia con los primeros Conti es aún incierto, sabemos que su almacén se especializó en el comercio de repertorio internacional.
Tras la muerte de Humberto, sus hijos dirigen el negocio y abren una sede en Unicentro en los años 70. Esta sede fue la última que mantuvo el apellido Conti hasta su cierre, en el 2000.
Un negocio especializado
La musicóloga Correa señala que “en Bogotá se consolidó un mercado musical gracias a la labor de estos inmigrantes italianos que lograron convertir la música en un negocio especializado”.
“Antes de ellos, el quehacer musical era heterogéneo: existían agencias musicales que ofrecían clases de música, contratación de agrupaciones, afinación, venta y mantenimiento de instrumentos, entre otras actividades adyacentes”, mencionó.
Su legado duró más de 100 años, hecho que trasciende hasta el día de hoy, ya que aún encontramos partituras e instrumentos Conti en las casas de muchos músicos colombianos.