
La presidencia del Grupo Ecopetrol informó que en 2024 el consorcio, mayoritariamente estatal, registró “un sólido desempeño operativo y financiero”, recalcando que la utilidad fue de $14,9 billones y se cumplieron varias de las principales metas.
Sin embargo, las frías cifras muestran un panorama distinto: las ganancias de Ecopetrol cayeron más del 21% durante el año pasado, presentando una disminución de $4,1 billones frente a 2023, cuando fueron de $19 billones. Cuesta entender, entonces, por qué se habla de “un sólido desempeño operativo y financiero” y más aun mediando una “producción histórica”, aumento de inversiones e ingresos por ventas, entre otros “logros” reportados.
Es más, esos $19 billones de utilidad en 2023 ya de por sí eran un rendimiento negativo, puesto que para esa vigencia las utilidades de la principal empresa oficial cayeron un alarmante 42,8%.
Y no hay que olvidar que la compañía presentó en el último lapso del anterior gobierno su mejor resultado en la historia, al obtener en 2022 una utilidad neta de $33,4 billones, duplicando lo registrado en 2021, apenas saliendo de la crisis pandémica.
Así las cosas, como advierten exministros, gremios, expertos, academia y centros de estudios especializados, los datos de los últimos dos años lo único que confirman es que desde que el gobierno Petro empezó a controlar gradualmente la Junta Directiva, presionó la renuncia de Felipe Bayón e hizo designar a su exgerente de campaña electoral como presidente de la compañía (abril de 2023), las cifras de Ecopetrol se tornaron negativas. Los números son los números, por más interpretaciones y análisis acomodaticios que se hagan para mostrar un panorama optimista que, sencillamente, no existe.
Según Roa el retroceso en 2024 se debió a factores externos, como los precios internacionales de hidrocarburos, altibajos cambiarios e inflación, circunstancias que impactaron negativamente los resultados. Incluso proyectó algunos cálculos hipotéticos sobre cuáles habrían sido las ganancias si no se hubieran presentado esos fenómenos exógenos que, dijo, no son “controlables” por la empresa.
Llama la atención esta explicación, pues las variaciones de la cotización bursátil del barril del crudo, las oscilaciones entre moneda local y dólar, así como las contingencias relacionadas con el costo de vida son elementos connaturales a la industria minero-energética, junto al efecto de coyunturas geopolíticas y del mercado de oferta y demanda, aquí y en cualquier parte del mundo. Siempre están presentes y debe dárseles manejo. Si el año pasado se hubiera presentado una crisis generalizada de rentabilidad en las compañías petroleras a nivel global, entonces la afirmación del presidente de Ecopetrol tendría piso, pero eso no ocurrió. Así como algunas tuvieron ganancias, otras pérdidas.
El debate, en realidad, debe dirigirse a qué tanto las decisiones de las directivas de la empresa en los últimos dos años y la accidentada política minero-energética gubernamental, enfocada a marchitar la exploración y explotación de petróleo y gas, incluyendo la prohibición del fracking, han impactado los resultados de la compañía. Es aquí en donde está el verdadero problema: el manejo errático del consorcio, los bandazos y politización del gobierno corporativo, la negativa a suscribir nuevos contratos, la inestabilidad administrativa, escándalos de presunta corrupción y el daño reputacional debido a las investigaciones a Roa por anomalías en la financiación de la campaña presidencial petrista. Ello sumado a la peligrosa ideologización de la política sectorial que apuesta por acabar a corto plazo, sin transición realista ni ordenada, con la dependencia de fuentes fósiles de combustibles y forzar un giro rápido a las fuentes limpias y renovables, cuyo parque de generación en Colombia aún es insuficiente. Esto explica la drástica caída en operaciones de sísmica, perforación de pozos y la reducción billonaria de la inversión extranjera directa en la industria de hidrocarburos que, pese a todo, continúa siendo nuestra principal fuente de divisas, impuestos y regalías.
Las malas cifras de Ecopetrol el año pasado tienen muchos coletazos. De entrada, se reducen las transferencias a la nación (titular de más del 80% de la propiedad) y los accionistas minoritarios. En 2024 esta cifra se elevó a $42 billones. Obviamente no es una buena noticia para un Gobierno Nacional Central que arrastra una grave crisis fiscal y una economía creciendo a un tímido 1,7%.
Asimismo, es claro que sigue retrocediendo el volumen de reservas de crudo y se acorta el horizonte de autosuficiencia. En cuanto a gas, la situación es más complicada y ya tuvo que aumentarse el cupo de importación de este combustible, con su correspondiente encarecimiento de tarifas. Y, para completar el preocupante panorama, el gobierno Petro le declaró la ‘guerra’ a la operación más rentable de Ecopetrol, que son los contratos de fracking en Estados Unidos… En síntesis, la llamada “gallina de los huevos de oro” del Estado colombiano sigue de mal en peor.