La Orquesta Filarmónica Colombiana en el “Mambo Filarmónico” | El Nuevo Siglo
MIEMBROS de la Orquesta Filarmónica en el Mambo./Cortesía Orquesta Filarmónica – Kike Barona
Lunes, 9 de Diciembre de 2024
Emilio Sanmiguel

Especial para El Nuevo Siglo

Esto tiene que ver con el intenso fin de semana entre el sábado 23 y domingo 24 de noviembre, cuando la vida musical de Bogotá vivió la experiencia de un alto voltaje musical.

Fueron tres conciertos, casi uno detrás de otro. Primero, el ya reseñado, sábado 23 de noviembre, 4:00 de la tarde, actuación de la Filarmónica en el León de Greiff con obras de Pinzón Urrea, Chopin y Strauss, Richard. Tercero, tarde del domingo 24, actuación del violinista norteamericano Joshua Bell con el pianista Peter Duncan en el Teatro Mayor.

El de esta edición fue el segundo de tres, cierre de la temporada Mambo Filarmónico, domingo 24, 11:00 de la mañana en la sala Martha Traba del Museo de Arte Moderno.

Una orquesta colombiana y contemporánea

Vamos ya como por medio siglo de la dominación vallenata en la música colombiana. Que este y otros géneros gocen del favor popular está muy bien. Debe ser una de esas expresiones válidas de la democracia musical en un país, multiétnico, multirracial, multicultural, con tres cordilleras, dos mares, miles de ríos, aves, y el larguísimo etcétera del orgullo nacional…. Eso dicen.

El problema de esa democracia es que se ha enquistado la idea, la mala idea de que la música del interior, la de los habitantes de las cordilleras, ha caído en una especie de menosprecio, la verdad, inexplicable.

Hay que tener mucho coraje para no resultar proscrito al declararse fascinado por la música del interior, por los preciosos pasillos, guabinas y bambucos y sus instrumentos: el tiple, la guitarra, el requinto, la bandola.

El valor musical de esa música es innegable. Ahora, es diferente, claro que es diferente y así tiene que serlo.

Justamente por eso, porque la Filarmónica es la orquesta de Bogotá, que está sobre la cordillera oriental, en los cacareados 2600 metros más cerca de las estrellas, se creó en buena hora la Filarmónica Colombiana. Así como suena, una orquesta, para interpretar esa música y, lo más importante, poner en evidencia eso de que hablaba: la vigencia contemporánea del trabajo de sus músicos, intérpretes y compositores, porque si hemos de creerle al diccionario, contemporáneo es aquello que existe al mismo tiempo. Así, pues, con algo de largueza, tan contemporáneas las obras que se oyeron en la mañana del domingo 24 en el Mambo como las creaciones de los compositores atonales, los del vallenato y todas esas manifestaciones de la democracia musical.

Por lo mismo tan atinado que fuera la encargada de cerrar la temporada Mambo contemporáneo en la Sala Traba del museo.

Una agrupación que es orquesta

Apenas obvio que, en los atavismos de la orquesta, creada en 2020, está la estudiantina -no confundir con la tuna española- la agrupación de intérpretes de instrumentos de cuerdas pulsadas, guitarra, tiple, bandola, que aparecieron en Bogotá durante la primera mitad del s. XX justamente para interpretar el folclor andino. La diferencia, lo que hace de esta una verdadera orquesta, estriba, primero, en la formación profesional de sus miembros y en su organización interna, a la manera de una orquesta, con divisiones instrumentales internas, la inclusión del contrabajo y una rica sección de percusión; esto permite, eso se vio y se oyó el domingo, una riqueza armónica, polifónica y colorística, digámoslo sin rodeos, sin antecedentes en el país. Otro argumento para aseverar que se trata de un fenómeno contemporáneo. Buena parte del resultado se debe, claro, al apoyo de la directiva filarmónica y a la determinación de Jorge Andrés Arbeláez, al frente de la dirección desde el primer momento. Y, bueno, nada más mirar sus integrantes, jóvenes y extraordinarios músicos por demás.

Repertorio del domingo 24

Abrió la mañana un bloque de cuatro composiciones: Gloria Beatriz, un bambuco de 1963 compuesto por León Cardona (1927 – 2023); enseguida Alicia, danza-serenata de José Rozo Contreras (1894 - 1976), Hidroplano, bambuco de Nicolás Molina (1876 – 1927) y finalmente Saltando matones, un bambuco de Luis Dueñas (1921 – 1977). Interpretadas impecablemente.

En el segundo bloque, un giro, digamos que hacia un lenguaje más contemporáneo: Para olvidarte mejor, un pasillo y Genet, una guabina totalmente moderna, ambas de Mauricio Lozano, compositor, tiplista y director bogotano; enseguida Umbral, introspectiva con una melodía que se plantea, pero no se resuelve, quizá porque en este pasillo de una atmósfera que se va haciendo más intensa hasta lograr la extroversión, y Arcano, un bambuco, ambas de Sebastian Martínez: sin duda esta selección fue la encargada de romper el paradigma de que la música del interior es pura nostalgia, fueron expresiones alegres, pero, con una alegría diferente, más interior, si se quiere, contenida.

La siguiente selección siguió avanzando hacia lo contemporáneo y audaz: Fox for Parick y Cienfueguera, danza, enseguida Rarófono a la antigua y para cerrar la mañana, Bocanada, Recuerdo, Delirio y Final, todas de Jorge Arbeláez, el director de la orquesta; la pieza de cierre tiene el epígrafe Cuatro momentos para 2 bandolas solistas y cuerdas, un crescendo de la guitara abre la composición, se une el tiple I, poco a poco se van uniendo los demás instrumentos, a la manera de un preámbulo, o, preludio, para enmarcar la formidable actuación de los bandolas solistas, Mateo Patiño y Brayan Ruiz verdaderos virtuosos y magníficos músicos.

Final feliz para una mañana digna de ser recordada en el cierre del Mambo Filarmónico 2024.