Les Miserables o la redención de los marginados | El Nuevo Siglo
ESTA PELÍCULA comienza con la victoria de los franceses en la Copa Mundo y luego se desplaza a las zonas marginadas de París.
Foto: AFP
Domingo, 1 de Noviembre de 2020
Gabriel Ortiz Van Meerbeke

Por Gabriel Ortiz van Meerbeke

Especial para EL NUEVO SIGLO

Un circo de gitanos, el robo de un león bebé, policías corruptos grabados por un dron, musulmanes conciliadores y jóvenes desilusionados con el ideal de la libertad, igualdad y fraternidad. La película Les Misérables de Ladj Ly no es precisamente una historia anclada en los clichés del cine francés. En cambio, es una excelente obra que en 2019 fue galardonada con el Premio del Jurado en el Festival de Cannes y también estuvo nominada a los Óscar como Mejor Película Internacional.

El primer largometraje de este director ocurre en Montfermeil, el suburbio parisino donde creció luego de que su familia emigrara desde Malí. Se trata de un distrito que aparece en la novela epónima de Víctor Hugo y que desde entonces acoge a los olvidados de la República. Estos son los tristemente célebres banlieues donde emigrantes, en su gran mayoría africanos y musulmanes, tienen que vivir en suburbios de densos bloques de apartamentos. Lugares ideales para que las tensiones sociales y raciales se vuelvan violentas. De hecho, Ly creció en el conjunto Les Bosquets que él ha calificado como “el verdadero ghetto” y que fue uno de los epicentros de los disturbios que en 2005 sacudieron a Francia. Es decir, la contracara del glamour francés pese a que están ubicados a menos de una hora del Arco del Triunfo.



Ly rodó la película en el barrio de su infancia y muchos de los personajes son interpretados por conocidos suyos, incluyendo su hijo. Casi todos los jóvenes que aparecen en la cinta son actores naturales. Sobresale la actuación de Issa Perica como Issa, el pequeño malandrín que se roba un león de un circo ambulante, acción que desata la trama de la historia. Los personajes adultos principales, en cambio, son actores profesionales como Alexis Maneti, co-escritor del guión, quién hace de un policía corrupto o Djebril Zonga, otro agente musulmán que creció en el lugar que ahora patrulla y termina siendo un cómplice silencioso de los excesos de su compañero. También está Allen Boonard, que actúa como un oficial que acaba de ser transferido a esta área y es el único de los tres que parece tener un interés genuino por la comunidad.

La historia transcurre en los dos primeros días en el trabajo del personaje interpretado por Boonar que rápidamente aprende las ambigüedades morales de cualquier barrio popular. Ante el robo del león bebé, se desata una iniciación por fuego cuando los tres policías se ven involucrados en un conflicto a cuatro bandos entre el circo de gitanos dueño del pequeño felino, el gamonal local que controla el contrabando de la zona, la pandilla de amigos de Issa que salen en su defensa y los Hermanos Musulmanes, una presencia ineludible en los suburbios franceses.

La película logra mostrar las complejidades de los banlieues y situar la violencia de sus residentes como una consecuencia de la relación ambivalente del sistema político de Francia ante la inmigración. De hecho, la primera escena sigue a Isaa y sus amigos mientras viajan al centro de París para celebrar la victoria del Mundial de Les Bleus, la selección nacional francesa, equipo compuesto en su mayoría por jugadores de origen africano y muchos de ellos musulmanes.  Acto seguido la acción se traslada a Montfermeil donde se vuelven claros los efectos de años del colonialismo galo y cómo muchos inmigrantes todavía sufren el estigma de la islamofobia y el racismo. Es decir, Ly traza una línea entre el sueño de un país integrado donde no se juzga a las personas por su raza, origen o religión y la cruda realidad de estos barrios empobrecidos donde la vida digna no está garantizada.



Ly ha dicho que los niños[1] que la película retrata son un producto de su entorno, pero su largometraje también surgió de las entrañas Montfermeil. A diferencia de La Haine (El Odio) de Mathieu Kassovitz la otra gran película de los banlieues, Les Misérables está dirigida, actuada, y producida por los residentes del lugar. De hecho, Ly fundó la escuela de cine L'école Kourtrajmé para darle una oportunidad a los jóvenes de la zona de incursionar en el campo audiovisual y abrirles una ventana para escapar a su compleja y opresiva realidad.

En ese sentido, este tipo de producciones encarnan el poder de la representación. En 2005, el director realizó un documental que muestra los abusos policiales en Montfermeil. Por otra parte, colaboró con el reconocido artista urbano JR en otro proyecto para mostrarle al mundo la realidad de sitios como Les Bosquets. Además, este largometraje está basado en un corto del mismo nombre y con un casting similar. Es claro que para Ly es fundamental mostrar su entorno y controlar la narrativa, incluso si esta muestra la violencia descarnada en la que creció y de la cual fue testigo de primera mano en las revueltas violentas en su barrio.

La posibilidad de contar su propia historia abre la puerta a la redención. Tanto para Ly, que a pesar de haber sido condenado por ser cómplice en un intento de secuestro logró que el Presidente Macron no solo recomendara Les Misérables si no que haya dado la orden a su gobierno de “salvar los banlieues, como para los residentes de esa zona, que logran visibilizar sus experiencias vitales.

En conclusión, Les Misérables tiene el mérito de poner a prueba los criterios morales de la audiencia ya que se vuelve casi imposible juzgar tanto la furia de los jóvenes emigrantes como las falencias de los policías, pues unos y otros están inmersos en un sistema profundamente desigual y violento. Una situación tan normal en Francia como en Colombia.  

 

[1] Tal vez el único lunar de esta película es la ausencia de personajes principales femeninos, ya que no se explora a fondo cómo las mujeres de este barrio se enfretan a su entorno hostil.