El próximo 1° de diciembre, Marta Rodríguez cumplirá 90 años. Cincuenta de ellos los ha dedicado a la producción audiovisual en Colombia. Es una de las primeras mujeres documentalistas del país y a quien la Cinemateca de Bogotá le rinde tributo con una exposición denominada "Retrospectiva", la cual habla de su trayectoria cinematográfica.
Se ha ganado el título de maestra, pero también es conocida por su valentía, quizás por ser pionera en documentar la guerra y la miseria que se vive en algunas regiones del país.
En Colombia empezó a filmar a mediados de los setenta, cuando la industria era incipiente. Incluso, la tildaron de loca por querer estudiar cine y algunos de sus colegas desconfiaban de la calidad de su trabajo por ser mujer. Pero ella no se detuvo. A sus 89 años pasa los días haciendo lo que más ama: cine.
“Acabo de ganarme una beca y estoy empezando a trabajar. Debo recoger, con ayuda de Gabrielita, la memoria de todos los diarios de campo, eso quiere decir que debo recuperar esas crónicas y registrarlas para mostrar una mirada del país durante casi 40 años. A mi edad quiero seguir aportando en el cine documental colombiano”, expresó la mujer que estrenó en enero pasado “Camilo Torres Restrepo, el amor eficaz”, una producción que llegó al país cuando se intentaba negociar por segunda vez con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Eln), en la que Torres, el cura rebelde, pasó su último mes de vida.
"Chircales"
Marta Rodríguez es la más importante documentalista colombiana. Junto a su esposo Jorge Silva (1941-1987) comenzó su carrera cinematográfica con "Chircales" (1968-1972), rápidamente reconocido como un “clásico” del cine latinoamericano. Posteriormente filmó y editó más de una docena de filmes que documentaron las realidades del país desde el punto de vista de los olvidados y explotados (los indígenas colombianos, los campesinos, los pobres, las mujeres trabajadoras). Su trabajo en el cine es un ejemplo supremo de las preocupaciones ideológicas y estéticas del más alto orden. Varias de sus películas implicaron riesgos personales, pero ella sabiamente ha podido superarlos.
Homenaje
En la Cinemateca de Bogotá, la "Retrospectiva" de Marta está compuesta por una serie de proyecciones, acompañadas de discusiones alrededor de la producción, la historia, el impacto y la importancia de las películas de la directora. Además de una exposición que incluye material inédito encontrado en su archivo personal, enfocada en las miradas de Marta Rodríguez alrededor del cine latinoamericano y la situación política de América Latina en los años 70.
“Mi trabajo se ha centrado en las mujeres que han perdido sus hijos, he hecho un acompañamiento a las comunidades indígenas y del Cauca durante muchos años. Me siento orgullosa de poder ponerme al servicio de las comunidades en estos 50 años. Es un viaje a la memoria de mi país que es vital porque el que no conoce su historia está condenada a repetirla, como dice el refrán. Me siento orgullosa del tiempo que he tenido para hacer lo que más me gusta y ayudar a la gente”, afirma.
Es una mujer que no la doblega nadie, así lo transmite en "Retrospectiva" y así lo reafirma telefónicamente: “Cuando murió mi marido, me quedé sola con mis hijos, económicamente muy reducida, y me tocó empezar de nuevo y sacar coraje. Tuve la fuerza para sacarlos adelante”.
Durante cinco décadas se ha centrado en la expresión de luchas populares como creadoras de un lenguaje documental distintivo, que la ha posicionado como la documentalista colombiana y latinoamericana más reconocida.
Con esfuerzo logró crear la Fundación Cine Documental, junto con Jorge Silva. Allí cuida y conserva sus obras más notables que son un invaluable aporte para la memoria histórica del país. Entre libros, regalos y premios, en su casa tiene un inmenso archivo fotográfico y fílmico, donde se encuentran películas icónicas como "Amor, mujeres y flores" (1988), una pieza que denunciaba cómo los pesticidas usados en plantaciones de flores, donde trabajaban principalmente mujeres, las enfermaron e incluso las llevaron a la muerte.
Otra de sus obras fue "La sinfónica de los Andes", del 2020, donde explora y expone a través de su lente la realidad que viven cientos de familias indígenas del norte del Cauca, la región de Colombia más afectada por el conflicto armado interno desde el año 1940. Y es allí, en la cordillera de los Andes, donde surge una orquesta compuesta por jóvenes indígenas de la etnia nasa, de los resguardos Toez y López, que les rinden tributo a todos aquellos que han perdido la vida. La orquesta de instrumentos andinos, liderada por Richard Escobar, musicaliza el relato de estas estas familias que aún lloran a sus familiares a causa del uso indiscriminado de minas antipersonales.
“Para poder llegar lejos debemos tener fe, confiar en los colaboradores, ellos siempre han estado conmigo y me han dado coraje en momentos en que hay dificultades, pero ahí salimos adelante”, refiere la mujer, nacida en Bogotá y quien fungió como maestra de una escuela dominical en los suburbios emergentes de Tunjuelito para alfabetizar niños que eran obligados a trabajar en los chircales.
Su más reciente obra, "Testigos de un etnocidio/Memorias de resistencia", hace un recorrido de la violación de los derechos humanos a la población indígena durante los últimos 40 años.
Su obra ha sido objeto de varias retrospectivas en Europa: "100 % Colombia documental", en París, Francia en el 2005; "Imago", en Barcelona, España, en el 2007; invitada de honor al 50-DOK Leipzig en Alemania en el 2007. Ha sido también merecedora de incontables premios en festivales nacionales e internacionales de cine al ser una de las pioneras del cine documental en Colombia y en América Latina.