"Máxima" restauración del Aula del Rosario | El Nuevo Siglo
Viernes, 11 de Octubre de 2013

“El 31 de agosto del año que no diré, sucesivos terremotos destruirán a Santafé”. Esta frase la pronunció el sacerdote Francisco Margallo en un sermón, dice la historia, en la Iglesia de La Candelaria de la capital en 1827. Lo anecdótico del tema es que el 31 de agosto de 1917, Bogotá soportó uno de los sismos más fuertes y que destruyó el Claustro de la Universidad del Rosario.

Aprovechando la reconstrucción que se emprendió ese año, el Rosario decidió levantar en la segunda planta del Claustro su Aula Máxima, recinto emblemático que guarda en sus paredes la colección de pintura civil de caballete más importante de Colombia, dijo Luis Enrique Nieto, director de Patrimonio Cultural e Histórico de la institución.

Ese icónico lugar sufrió una afectación den sus plafones el 24 de mayo de 2008 por el movimiento telúrico que se registró. Ello obligó a emprender una nueva restauración, con reforzamiento estructural y de cubiertas,  que acaba de concluir, según informó Martha Celis, directora de Arquitectura dela institución..

Al conjunto decorativo del plafón de la escalera principal se integra una obra de pintura de caballete denominada Alegoría del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, que se atribuye al artista Ricardo Acevedo y Bernal, que también se restauró, dijo Celis.

La reapertura del Aula Máxima de la Universidad del Rosario es significativa para el patrimonio artístico y arquitectónico de la capital y del país. En su construcción en los años 1917 y 1918 se utilizó el estilo arquitectónico francés beaux arts y en él participó Colombo Ramelli, experto suizo en ornamentación con yeso, quien tenía un taller que subsistió hasta hace poco, explicó Nieto.

El Aula Máxima alberga una colección de pintura de caballete de los siglos XVII al XX de pintores como Gaspar de Figueroa, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, Joaquín Gutiérrez (conocido como el pintor de los virreyes), Acevedo Bernal, Pablo Antonio García del Campo (quien pintó a José Celestino Mutis), Andrés de Santamaría y Ricardo Gómez Campuzano.

Luis Enrique Nieto resalta una curiosidad adicional: las 192 sillas del auditorio cuentan aún con un gancho que servía para colocar el sombrero debajo de las mismas, tal y como por los años 50 era una práctica usual.

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