CAMBRIDGE. - Como broche de oro a una de las carreras políticas más íntegras y progresistas de la historia moderna de Estados Unidos, el presidente demócrata Joe Biden ha hecho, una vez más, lo correcto. Al hacer caso omiso de la preferencia de su partido de que abandonara la carrera presidencial, ha proporcionado un modelo de abnegación y decencia no solo para todos los estadounidenses, sino para las personas con mentalidad democrática de todo el mundo.
Aun así, la lucha dentro del Partido Demócrata durante el último mes ha sido inquietante, exponiendo divisiones que todavía podrían poner las perspectivas del partido -y el futuro de Estados Unidos- en peligro.
El drama comenzó con la titubeante actuación de Biden en el debate contra el candidato presidencial republicano, Donald Trump, el 27 de junio. En las semanas siguientes, los “ancianos” del Partido Demócrata (entre ellos Nancy Pelosi, Barack Obama y Chuck Schumer), así como los consejos editoriales de los principales periódicos (el New York Times y el Washington Post, los más destacados) y los principales recaudadores de fondos famosos (George Clooney), entre otros, pidieron que Biden dimitiera.
Cuestionaron las capacidades cognitivas de Biden, incluso mientras otros -entre ellos Bernie Sanders, antiguo rival, y Alexandria Ocasio-Cortez, gran estrella de la izquierda- le seguían siendo leales. Después de tres semanas haciendo gala de la tenacidad que ha marcado su medio siglo en política, Biden tiró la toalla.
Pero la historia no ha terminado. Biden ha apoyado a la vicepresidenta Kamala Harris, al igual que Bill y Hillary Clinton y otros demócratas de alto perfil, y Harris respondió señalando su intención de “ganarse y ganar” la nominación. Pero otros, como Obama, por ejemplo, se abstuvieron de respaldarla inmediatamente, quizás haciendo caso a quienes pedían un proceso abierto competitivo o algún tipo de “mini-primarias”. Sin embargo, a 23 de julio, Harris había conseguido suficientes delegados del Partido Demócrata para hacerse con la nominación.
Mientras los demócratas aireaban sus trapos sucios en público para convencer a Biden de que se apartara, los republicanos daban una ostentosa muestra de unidad en la Convención Nacional Republicana de Milwaukee. Trump, fortalecido por una ola de simpatía tras el atentado contra su vida, aceptó formalmente la nominación de su partido. Su compañero de fórmula es J.D. Vance, senador junior de Ohio, autor de un bestseller sobre la difícil situación de la clase trabajadora blanca en los Apalaches.
En especial, excontrincantes de Trump como Nikki Haley y Ron DeSantis ofrecieron su apoyo incondicional, mientras que el exluchador profesional Hulk Hogan se abrió la camisa para una audiencia de delegados que llevaban vendas en las orejas en solidaridad con Trump. Los políticos republicanos parecían dispuestos a sentarse y disfrutar del espectáculo que se desarrollaba en el seno del Partido Demócrata.
El espíritu crítico y autocuestionador de los demócratas puede parecer loable comparado con la visión cultista y escalofriante de un Partido Republicano que ahora existe para servir a un condenado por fraude fiscal. Pero 100 días antes de una de las elecciones más importantes de la historia no es momento para discutir en público. Para mantener la calma de aquí al día de las elecciones, los demócratas deberían aprender de la ciencia de la cooperación.
Según la teoría de la selección de grupos, la “selección multinivel” es el factor clave que impulsa la evolución en animales sociales como nosotros. Las sociedades que han alcanzado tasas de progreso excepcionalmente rápidas no lo han hecho por la competencia entre individuos o por una mentalidad de “supervivencia del más fuerte”, sino porque han fomentado la cooperación dentro de los grupos. Es la supervivencia del más amistoso. La conclusión para los demócratas es que el candidato individual que presenten puede importar menos que su capacidad para unirse en torno a esa persona.
A pesar de su incesante prédica sobre los valores individualistas, la derecha ha practicado a menudo esta forma de colectivismo mejor que la izquierda. La conquista de la teoría económica y la formulación de políticas por parte del neoliberalismo, desde la década de 1980 hasta 2008, por ejemplo, se debió en gran medida al cuñado de Milton Friedman, Aaron Director, que mostró un celo implacable por consolidar la Escuela de Economía de Chicago en un paradigma intelectual altamente cohesionado y unificado.
Del mismo modo, las victorias de los partidos de centro-izquierda en las elecciones de este año -tanto en la India como en Francia- fueron producto de coaliciones sólidas, mientras que la derecha británica perdió porque se había fragmentado en facciones enfrentadas, tanto dentro de los conservadores como entre éstos y Reform UK.
Si los demócratas quieren evitar seriamente la catástrofe -como consideran- otra presidencia de Trump, tendrán que recordar que cualquier incertidumbre restante o lucha interna en curso es su mayor enemigo. La ambivalencia interna sobre la candidata demócrata de 2016, Hillary Clinton, puede haber ayudado a allanar el camino para el primer mandato de Trump. Esas mismas vacilaciones y dudas demócratas podrían ponerle de nuevo en la Casa Blanca.
La ciencia ofrece una lección clara para el curso que los demócratas deben trazar en el período previo a su Convención partidaria y más allá. Si no cooperan para movilizar a los votantes y llegar a los independientes en los estados clave, perderán. Como ha subrayado Biden en repetidas ocasiones, lo que está en juego no es sólo la democracia estadounidense, sino el alma de Estados Unidos.
*Profesora asociada de Estudios Jurídicos Empíricos en la Universidad de Cambridge. Profesora visitante en la Universidad de Harvard e investigadora principal de una beca del Consejo Europeo de Investigación sobre derecho y cognición.
Project Syndicate, 2024.