¿Por qué nos gustan las canciones de nuestra juventud? | El Nuevo Siglo
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Viernes, 27 de Julio de 2018
Pablo Uribe Ruan
Varios estudios demuestran que entre los 30 y los 33 años la gente deja de explorar nuevos géneros y repite las mismas canciones. Hay varias razones, entre ellas, la nostalgia y el tiempo

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ME DICEN, con nostalgia, que era mejor la música de antes que la de ahora. No sé hasta qué punto sea cierto. Es probable, aunque soy capaz de decir que la sincronía de muchos géneros ahora logra cosas maravillosas que, al menos para mí, pueden alcanzar sonidos tan especiales como los de Wagner.

Soy de los pocos que cree esto, saben. La mayoría de personas piensa que, sin lugar a dudas, lo de hoy es peor que lo de antes. Aparte de la lírica, la armonía y, en algunos casos, el sabor, dicen que prefieren la música que conocieron antes de los 30 años. La de después, le transmite poco o nada; además, muchas veces no la conocen.

Según Deezer, en una encuesta realizada este año, la gente “deja de descubrir nueva música a los 30 años y medio”. Eso quiere decir que una persona nacida en la década de los sesenta probablemente prefiere los éxitos de Blondie, Queen o Rafael Orozco antes que oír un buen cañonazo de Sergio Vargas o las guitarras melancólicas de Nirvana.

Existen algunos estudios que conectan esta tendencia con la personalidad de la gente. El primero en hablar de ello fue el psicólogo de la Universidad de Harvard, William James, cuando en su teoría “The Principles of Psychology” dijo, en 1890, que “nuestra personalidad deja de cambiar, en gran medida, alrededor de los 30 años”.

Nostalgia musical

Por su carácter intangible, la música, más que cualquier otra creación humana, queda plasmada en los recuerdos. Una buena canción lo es sobre todo porque se convierte en una pieza que, pase el tiempo que pase, activa una relación directa con el pasado.

Algunas investigaciones sugieren que las personas escuchan “por nostalgia musical” las mismas canciones una y otra vez. No importa que tan buenas sean, detrás de ellas a un sinnúmero de lugares, momentos y personas que se vuelven una catarsis momentánea cuando se oye una pieza musical.

Tal vez por eso es que la música, dicen los expertos, activa la nostalgia incluso más que la comida. Memory & Cognition, una revista norteamericana, explica que” tiene un efecto muy poderoso en la mente para evocar recuerdos, viejos ecos en las escuela o la universidad”.

Es curioso, por no decir raro, que una canción signifique algo totalmente distinto para una generación que para otra. Miren, por ejemplo, el caso de “Creep”, canción interpretada por la banda inglesa Radiohead -que visitó Colombia en abril-.

Para la generación nacida en los setenta y comienzos de los ochenta fue como un himno, una representación inequívoca de su adolescencia y posadolescencia que dio inicio al renacimiento del posexistencialismo con exploraciones sonoras como el Grunge en las calles de Seattle, el hip hop en Detroit o punk-rock en las comunas de Medellín.

Mismas listas

El economista Seth Stephen-Davidowitz, en un artículo en The New York Times, analizó Spotify y concluyó que “si usted estaba en su adolescencia cuando se lanzó por primera vez una canción, será la más popular en entre su grupo de edad una década más tarde”. Hoy “Creep”, lanzada en 1993, es la canción más popular en los usuarios de esa red musical que tienen 38 años.

Es común, cada vez más, que las personas hagan listas musicales. En mi caso, tengo una de salsa notoriamente alejada de la “salsa rosa”, otra de exploraciones electrónicas y la tercera, que es algo así como la reivindicación del indie rock. Por supuesto que tengo más. Si no, me sentiría sujetado por los mismos ritmos. Pero saben, hay gente que, en efecto, le gusta oír la misma lista.

Luego de un estudio basado en las respuestas de 1.000 británicos, Deezer encontró que el 60% de las personas oyen “las mismas canciones una y otra vez”. Es como si fuera una relación de dependencia: activan la lista e, inmediatamente el trabajo fluye como si estuviera en una playa del Caribe.

En el mismo estudio se concluyó, además, que el 25% de las personas “no probaría música nueva fuera de sus géneros preferidos”. A mí manera de ver ese porcentaje, sin la prueba numérica como testigo, es mayor. Pocos se atreven a explorar nuevos ritmos. Acaso, señora, señor, ¿va a oír reguetón?

Los motivos por los cuales la gente deja de explorar nuevos ritmos musicales son variados y van desde “estar abrumados por la cantidad de opciones” hasta tener un trabajo demandante. “Casi la mitad dijo que deseaba tener más tiempo para dedicarse a descubrir nueva música”.

¿Por qué disminuye el interés?

No sólo la gente deja de buscar música nueva por tiempo o por sentirse abrumada por el trabajo. Es claro que, después de un tiempo, existe una confluencia indestronable entre la satisfacción que produce una canción y el estado de ánimo. Quizá por ello en la medida en que se es más grande hay más conocimiento de lo que nos satisface.

El blog Skynet & Ebert, en 2015, analizó comportamiento de la gente a la hora de buscar música. Concluyó, como varios estudios, que después de los 33 años es “más probable” que nunca más se escuchara música nueva (no todas las personas, por supuesto).

Las canciones favoritas “estimulan nuestras respuestas de placer en el cerebro liberando dopamina, serotonina, oxitocina”, por tanto, en la medida en que crecemos existe un mayor conocimiento de qué música activa estos componentes químicos.

Todo, como se ha dicho, tiene que ver con la personalidad. Después de los 33 años, la gente conoce qué y cuándo una canción le produce algo llamado “fase de anticipación”, que no es más que cuando se le pone la piel de gallina por una frase, un solo de guitarra, una explosión de ritmos.

Esto no quiere decir que, entonces, a una persona mayor de esa edad no le gusten nuevos ritmos. Hasta cualquier edad le pueden interesar, pero su relación con estos disminuye. Ya no le traerán tantos recuerdos como los que tenía cuanto estaba entre los 15 y los 30 años. Hay menos “capacidad de absorción”, de ser una esponja.