‘Que la nostalgia no nos tienda trampas’ | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Octubre de 2013

Marcela Madrid Vergara

Especial para EL NUEVO SIGLO

 

Gustavo Tatis vivió su infancia en Sahagún, la tierra “del arroz volado, la cama del viento, las lunas del alacrán, los veranos de la mariapalito, el invierno de los caracoles, la tierra rayada por los niños”, como la describe en su poema De dónde vengo.  Mientras volaba cometas bajo el cielo de agosto y hacía figuras de origami con las hojas de los cuadernos, era para él normal ver a otros niños abriendo el vientre de las iguanas para sacarles los huevos y dejarlas morir. 

Esta escena siguió siendo común para Gustavo cuando se fue a vivir a Montería y a Cartagena. Su nuevo cuento infantil La iguana tiene sed recrea precisamente la cotidianidad de dos grupos de niños en el barrio Torices de La Heroica, quienes se involucran en la desafortunada realidad de esta especie en vía de extinción.  

Su historia es protagonizada por niños de carne y hueso; pues son las situaciones y diálogos del hijo del escritor y sus amigos los que llenan las páginas del libro. Mientras la pandilla de Edwin persigue, apedrea y acuchilla a las iguanas, el ‘bando’ de Mateo lucha por protegerlas. Pero el autor cordobés asegura que “el cuento realmente es un pretexto para contar un hecho social. Detrás de la violencia de ciertos niños hay realmente una historia de familias disfuncionales, de conflictos y soledades familiares que impactan en sus espíritus y en sus vidas”.

Aunque las vivencias infantiles del escritor, periodista y poeta son reflejadas en el cuento, es la cercanía con la verdadera trama lo que le permite recrear los juegos, las frases y gustos de estos niños. Si no interactuara con ellos a diario, el producto no habría sido igual de válido, pues considera que “para describir estas historias en las que los niños y jóvenes son protagonistas, primero hay que escuchar, ver y compartir su lenguaje”.

Si bien la práctica violenta contra esta especie es atemporal y tanto Gustavo como sus hijos han tenido que presenciarla, Mateo, Edwin, Gabi y los demás personajes de La iguana tiene sed pertenecen a la Cartagena y el Caribe de hoy. Algo clave para Tatis, pues “los niños y jóvenes de hoy no son lo mismo que los de la mitad del siglo XX, ni los niños de la época en que vivió Rafael Pombo”.

En sus obras se interpelan el pasado y el presente, pero el ganador del Premio Simón Bolívar de Periodismo es consciente de que “el desafío de quienes escribimos es ser siempre contemporáneos y que la nostalgia no nos tienda trampas”.

El primero en leer la historia, en exclusiva, fue Alejandro, su hijo de 15 años, quien es personificado por Gabi. Luego de leer sus propias aventuras bajo la pluma de su padre, Alejandro le dio al cuento el aval más importante para pasar a la corrección y edición. Gustavo confiesa que “cuando hice la primera versión se la leí a mis tres hijos y ellos hicieron sugerencias. Antes de entregarles los cuentos a los editores hay que escuchar la reacción de los jóvenes. Ellos se dan cuenta si el lenguaje es transparente, creíble y natural”.

Esta pieza, ilustrada por el pintor cubano Manuel González Daza, es el tercer libro para niños que escribe Gustavo. Anteriormente, en Alejandro vino a salvar los peces, también hizo referencia a la conservación de las especies. Con estos relatos, el autor buscaba narrar “historias ecológicas que tienen que ver con la perplejidad del ser humano frente a la naturaleza amenazada”. En su próximo proyecto se alejará de la sensibilización por el medio ambiente para adentrarse en preocupaciones cada vez más recurrentes entre los niños de todas las clases. La discriminación social, racial y de género marcarán el cuento Dejen entrar a Wilson.

Pero lo que nunca relega de sus novelas, poemas, pinturas, cuentos o crónicas son las realidades de su tierra. Gustavo Tatis, editor cultural del periódico El Universal de Cartagena, es reconocido en el Caribe y en el país por su permanente exaltación de las raíces locales, para así seguir demostrando de dónde es que viene.