ESTE AÑO, a propósito de la celebración de los 100 años del natalicio de Hernando Tejada (1924 - 1998), la obra Abigail, la mujer atril (1972) podrá visitarse en el Centro Cultural de Cali junto a Sacramento, la mujer asiento (1970), piezas del artista caleño que forman parte de la Colección de Arte del Banco de la República.
Hasta este año Abigail y Sacramento permanecían separadas. La primera, expuesta en la Colección Permanente del Museo de Arte Miguel Urrutia, Mamu en Bogotá, y la segunda en Cali, en el Centro Cultural del Banco de la República en esta ciudad. Como parte de las exhibiciones temporales de obras, que buscan acercar a los públicos del país a las colecciones, y en el marco del centenario del natalicio de Hernando Tejada, Abigail, la mujer atril (1972) viajó a la sucursal del cielo para exhibirse junto a Sacramento, la mujer asiento (1970).
“Abigaíl, la mujer atril” es una escultura del pereirano Hernando Tejada, que forma parte de una serie de muebles llamados ‘mujeres-objeto’, en la cual las mujeres son otra cosa: mesa, atril, armario, jaula, vitrola.
Oscar Dorado, coordinador del Museo del Oro Calima, argumentó que cuando se habla de arte y artistas colombianos, sin duda el nombre de Hernando Tejada sale a relucir, no solo por lo prolífico de su obra, sino por lo particular de su estilo que atrae y encanta a personas de cualquier edad.
Conservación
Estas obras gozan de pasiones infinitas, cuidados especiales y desmedidos orgulloso, no solo de quienes tienen el privilegio de tenerlas en sus colecciones, sino de quienes a diario velan por su mantenimiento y buen estado de conservación; y por obvias razones, por todos los públicos que visitan los centros culturales y exposiciones, donde ellas son exhibidas y, cual divas del espectáculo, atraen miradas, roban suspiros y son objeto de fotos y videos para quienes buscan inmortalizar ese maravilloso encuentro.
En 1968, luego de experimentar con la pintura y el dibujo, Tejada inició su serie de “mujeres objeto” o “mujeres muebles”, esculturas en madera en las cuales algunas partes del cuerpo cumplían determinadas funciones y cuyos títulos implicaban un juego de palabras entre un nombre femenino y la función del objeto.
La primera pieza fue Rosario, la mujer armario (1968), que surgió como una simple necesidad de “Tejadita” (como lo llamaban cariñosamente en Cali) de crear un mueble donde guardar medias, correas, pañuelos.
A ella le siguieron Teresa, la mujer mesa (1969) y Sacramento, la mujer asiento (1970), –creada para participar en la Segunda Bienal de Arte de Medellín–, Isadora, la lechuza mecedora (1971), Abigail, la mujer atril (1972) –con la que participó en la Tercera Bienal de Arte de Medellín–, Leonor, el tocador (1973), Paula, la mujer jaula (1974), Estefanía, la mujer telefonía (1975), Mónica filarmónica (1976) y Violeta, la mujer cometa (1978).
Para su concepción, Tejada conjugó el arte y el oficio artesanal, y jugó con el límite entre las artes plásticas y el objeto utilitario. El mobiliario doméstico se transforma en imágenes de voluptuosas mujeres, donde Tejada exalta los atributos sexuales de la mujer y le imprime funciones. Por ejemplo, Estefanía guarda en un seno el disco de marcar del teléfono, sus labios son el micrófono y la mano el audífono, mientras, en Abigaíl, sobre sus senos reposa el atril.
Es a partir de la primera exposición de las “mujeres objeto”, en la Galería San Diego de Bogotá (1971), que Tejada, a decir del crítico Miguel González, “queda incorporado con derecho propio al mejor y más original pop colombiano”.
Tejada trabajó diferentes técnicas y temáticas, y lo hizo muy bien, pero eran las mujeres quienes en este caso robaron su tiempo y su atención; quienes lo conocieron aseguran que él era un soñador sin límites, que no dudaba gritar a cuatro vientos su amor y admiración por las mujeres, mujeres que finalmente quedaron para la posteridad, con sus mujeres muebles, como recordando que quizás ellas nunca permitirían su olvido. Recorrer a Sacramento es extasiarse con sus voluptuosidades, cada parte del cuerpo y cada detalle cuidadosamente concebido y materializado en formas toscas y a la vez sutiles, que se transforman en una Sacramento dueña de una afable coquetería que no esconde.