Un recital extraordinario con Alessio Bax | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Febrero de 2013

Por Emilio Sanmiguel

Especial para El Nuevo Siglo

 

Esto de antemano estaba cantado. Porque Alessio Bax, que hizo el recital del pasado domingo en Colsubsidio, ya tocó en Carnegie Hall de Nueva York, y a los pianistas que tocan allá, hay que verlos, porque de las salas de concierto de Estados Unidos es la más seria de todas. Y no lo digo yo,  es un dogma de música.

 

El mundo de Rachmaninov

Bax, que es italiano, dedicó la primera parte del programa a Sergei Rachmaninov, que en su tiempo fue visto con reservas porque no posaba de innovador, fue uno de los mejores pianistas del mundo y el profeta de sus propias composiciones, que para rabia de los musicólogos, fascinan al público.

 

Organizó las obras en grupos y esa fue una buena idea. Por ejemplo, se oyeron, sin interrupción el Preludio en do sostenido menor op. 3 nº2, que es su pieza más popular y los tres primeros acordes, los más famosos, fueron la advertencia de que el concierto sería un fuera de serie.

 

Y abro un paréntesis para decir que no sé qué tienen estos pianistas que consiguen el milagro de que el piano de la sala, un Baldwin de pocos abolengos, suene como un gran instrumento. Bueno, la respuesta está en la portada del programa de mano: los pianistas de la serie son grandes. Cuando la sala, por fin, se haga a un gran piano, no quiero ni imaginarlo.

 

Decía que en el popular preludio de Rachmaninov Alessio Bax dejó clara la jerarquía de su pianismo. Enseguida pasó a su propia transcripción del Vocalise op. 34 nº 14, de alto virtuosismo y exquisito gusto y para cerrar, tocó con sensualidad el Preludio en sol bemol menor, décimo y último de la serie del op. 10.

 

Así, poco a poco fue desgranando un programa que puso por las nubes la música de Rachmaninov y su categoría como intérprete: la transcripción de Hopak, que es la danza final de La feria de Sorochinsky de Mussorgsky, luego una deliciosa versión del Preludio en sol mayor del op. 35, ¡qué fraseo! y enseguida su brillantísima visión del Preludio en sol mayor del op. 10, que recorrió con un vigoroso, muy vigoroso, sentido del ritmo en los flancos y con pasión en la sección central.

 

Para cerrar la primera parte, escogió la transcripción de Rachmaninov de las dos más populares composiciones de Fritz Kreisler: Liebesleid y Liebesfreud. Un verdadero golpe de gracia, porque son melodías encantadoramente vienesas, que vertidas en molde de Rachmaninov y entregadas por un pianista de tantos quilates desencadenaron la emoción en los tendidos.

 

Los cuadros de una exposición

 

Lo de la primera parte fue apenas un preludio. Porque en la segunda Alessio Bax se le midió a una de las obras más contundentes del repertorio: Cuadros de una exposición de Mussorgsky que, me parece, salvo la audacia de algún pianista local, no se tocaba en Bogotá desde el último recital de Ivo Pogorelich en la hoy agonizante sala de conciertos de la Luis Ángel Arango… ya habrá que hablar de eso en una próxima oportunidad.

 

Desde la inolvidable presentación de Pogorelich no se oían los Cuadros en Bogotá. Y qué interpretación esta del pasado domingo. Muy prolijo entrar en detalles, pero baste con decir que justamente hizo lo que hay que hacer, conseguir la paradoja de un auténtico caleidoscopio, de colores, de estados de ánimo, de sonoridades con una unidad que vaya más lejos del obvio Promenade encargado de articular las partes. Bax logró, como un pintor, la atmósfera de misterio de la Catacumba, el griterío de los niños en Tullerías y el movimiento chispeante del Ballet de los polluelos. Pero sobretodo guardó fuerzas para cerrar con la grandiosidad exige la Puerta de Kiev.

 

Un recital por todo lo alto.

 

Cauda

Mañana, a las once, el turno es para otra italiana: Vanessa Benelli. Además de tres obras de alto calado virtuosístico de Liszt, dos rapsodias y la leggierezza,  habrá una composición de Haydn, la original Sonata en mi menor nº 53, la apasionada y dramática Sonata nº 7 de Sergei Prokofiev y una obra que hace años, tal vez décadas, no se oye en Bogotá: las Variaciones sobre un tema de Paganini, el libro II, de Johannes Brahms.