Adán Santana es un escritor que tuvo que descender a los infiernos para poder encontrarse a sí mismo. Es un novelista de historias negras con el cuerpo desbaratado y maltrecho por varios accidentes encadenados, con un precario estado mental que menguó sus fuerzas y su espíritu; sobrevivió como pudo al encierro de la pandemia y ahora es un náufrago inmóvil.
Santana es el protagonista de la más reciente novela de Mario Mendoza, "Los vagabundos de Dios", con la editorial Planeta, una historia con un contundente mensaje: reflexionar.
La novela fue presentada recientemente en rueda de prensa y también estará el 20 de este mes en el auditorio José Asunción Silva de Corferias, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la ciudad en la que Mendoza aflora sus más íntimos pensamientos de existencia del ser y de la fe.
En conversación con EL NUEVO SIGLO, el autor de "Leer es resistir", "La melancolía de los feos", "Satanás" y la serie de cómics "El último día sobre la tierra"’, entre otras publicaciones de gran impacto, sustentó su novela en tres puntos importantes: la relación con el dolor, la literatura de formación y el viaje del héroe.
EL NUEVO SIGLO: Luego de cinco años usted vuelve al género de la novela y lo hace sobre un tema tan sensible para el ser humano: la reflexión. ¿Alguna razón en particular?
MARIO MENDOZA: Durante la pandemia me di cuenta que estaba bastante mal, estaba enloqueciéndome, pero puede ser que no era solo mi caso, sino que era algo conjunto con mi alrededor. También pude ver que no habíamos hecho una reflexión, no vimos que la pandemia era una oportunidad para frenar, para hacernos ciertas preguntas. Vi que la gente quería salir de la pandemia y regresar a lo mismo y me parece que fue un grave error, entonces me propuse en escribir esta historia, narrar de algún modo lo que estaba pasando y espero que los lectores se den cuenta de esto y que hagamos una reflexión al respecto, porque no podemos continuar de esta forma. Muchos teóricos afirman que ese momento fue un punto de no retorno, era en ese instante donde estábamos todos encerrados en el que hubiéramos podido mirar nuestro interior y reflexionar.
ENS: Cuando dice que este libro es para la reflexión, ¿hacia qué se debe reflexionar?
M.M.: Este libro es un llamado a la reflexión que no hicimos en pandemia, porque tenemos el defecto de un narcisismo enfermizo, no hay un examen de conciencia, creo que hay que hacer un examen de conciencia y espero que esta novela sirva para eso, no solamente para conocer una historia, entender la trama narrativa, sino una meditación de decir hay que parar tanta violencia, hay que frenar, -sobre todo- en un país como el nuestro, donde somos hijos de la violencia, entonces mirar cómo construimos un tejido social, cómo hacemos una sociedad sana, pero ¿cómo lo hacemos si todos estamos enfermos? Así es muy difícil, pero por lo menos podemos intentarlo.
ENS: Usted ha escrito más de 13 novelas, 2 libros de cuento, 4 libros híbridos, 10 más de literatura infantil y más, ¿se siente satisfecho con su producción literaria o le falta algo más por escribir?
M.M.: Creo que estoy en la recta final. Ya no estoy joven. Vengo muy apaleado. He sufrido accidentes, enfermedades y situaciones que no han sido fáciles de superar, entonces creo que estoy en la recta final, soy consciente de eso y sé que tengo poco tiempo, tengo el cronómetro en la nuca, pero espero que en este escaso tiempo que me queda, alcance para decir algo que sirva, porque pienso que uno no trabaja para su ego o para su importancia personal, uno trabaja para dejar algo significativo, para la reflexión general, para los otros. Entiendo la escritura como un servicio.
ENS: Usted presenta a Bogotá como una ciudad medio gótica, se muestra ese universo épico muy característico en sus novelas, ¿por qué darle este enfoque a la capital del país?
M.M.: Un escritor de mediados del siglo XX una vez dijo que no se puede hacer literatura sobre Bogotá, casi que la condenó como una ciudad fea, gris, —en la que llueve todo el tiempo, donde no pasa nada, no hay playa, ni mar y mucho menos ríos, no hay nada que se destaque en literatura—, no es como París o Barcelona, que son ciudades extraordinarias donde el artista se nutre de historias, entonces ¿cómo hacer literatura en una ciudad que no cumple ninguna función significativa?, esa es una pregunta que yo me hice todo el tiempo cuando era estudiante de literatura, pero en mi interior siempre supe que tenía que quedarme a pesar de esa concepción, siempre quise escribir acerca de ese universo y necesitaba esa proximidad sensorial, física, porque mi escritura es ese estilo, no puedo escribir sobre Bogotá estando lejos.
ENS: Usted lleva cinco años escribiendo historias épicas y de acción policíaca y ahora vuelve al género de novela, ¿Hubo algún cambio creativo en este largo proceso?
M.M.: Uno no es tan consciente de su proceso creativo, es decir, hay una parte en la que uno mismo no entiende esa dinámica, no es muy consciente de lo que va pasando, pero si voy sintiendo los impulsos creativos, me vinculo a algo y trabajo mucho en eso, pero luego, cuando miro mis esquemas generales veo que hay influencias de alguna forma, lo que sí puedo decir, es que durante 10 años estuve con mi personaje de casi todos mis libros, Frank Molina, y lo difícil de volver a la novela es que yo estuve 10 años con un solo personaje, con un detective, entonces es difícil desprenderse, ahora viene la película ‘El diario de las Sombras’ que es la segunda parte de ‘Los iniciados’ de hecho en FilBo la vamos a tener, por lo que nuevamente me vínculo con Frank, pero creo que la novela gráfica y el cómic me permitieron una distancia del mundo policial en la venía trabajado desde hace una década. Sin embargo, siento que esta novela tiene un tono completamente distinto, una temática distinta.
ENS: ¿Qué se siente vivir lejos de las redes sociales, qué reflexión le ha dejado?
M.M.: Es un estado maravilloso. Una libertad increíble, porque las redes funcionan sobre todo con el odio lo que más se fomenta en las redes es el odio, entonces eso no me interesa para nada, quisiera estar lo más lejos posible. Sé que la concordia, la fraternidad no da buenos resultados en las redes, entonces no tener redes da una libertad increíble, la última que me queda es WhatsApp y espero en algún momento desprenderme de esa también.
ENS: Según su experiencia, cómo ha visto el desarrollo de la literatura en los últimos años en Colombia
M.M.: Siento que somos de una riqueza increíble. Hay muchas generaciones trabajando en simultáneo. Por un lado, estamos los que estamos ya con bastante edad y experiencia y por otro, hay una generación intermedia muy interesante, por ejemplo, Antonio García, Ricardo Silva, Diana Ospina, entre otros, y una cantidad de escritores jóvenes, una generación incipiente que están mostrando nuestra riqueza, que seguimos siendo un país de una enorme pluralidad y fuerza creativa.