Vuelve la Señal para “viajar” por el universo | El Nuevo Siglo
Foto cortesía.
Lunes, 6 de Agosto de 2018

DESDE tiempos ancestrales ha habido una estrecha conexión entre los pueblos latinoamericanos con las estrellas y el cosmos, por eso en sus viajes de aventura y descubrimiento un grupo de astrónomos, astrofotógrafos y arqueólogos investigan los últimos e intrigantes hallazgos y desde los más avanzados observatorios astronómicos, persiguen las mejores fotos de eventos celestes y se sorprenden con la riqueza y diversidad de los mitos y sabiduría de antiguas civilizaciones de América en recónditos templos.

Esta es la esencia de Hijos de las Estrellas, cuya segunda temporada inicia hoy en Señal Colombia en asocio con Cábala Producciones. Son diez capítulos en los que el director y astrónomo Gonzalo Argadoña junto al también astrónomo y youtuber chileno, Ricardo García documentan sus viajes por varios lugares, involucrándose con las comunidades, los rituales que practican y transmitiendo las emociones que solo pueden provocar maravillosos fenómenos naturales como un eclipse, una tormenta solar y las auroras boreales, entre otros.

Así explica esta producción, el astrónomo chileno Ricardo García:

¿Qué nos vamos a encontrar en esta segunda temporada?

RICARDO GARCÍA. Es un viaje increíble para descubrir el universo, desde la cosmovisión ancestral de las culturas americanas hasta la astronomía y astrofísica moderna. En esta temporada el espectador me acompañará a observar auroras boreales, descubrir un templo que fue quemado tras un eclipse, mirar las misteriosas líneas de Nazca, adentrarnos en el observatorio astronómico más antiguo de américa, mirar eclipses, caminar en glaciares, subir un volcán en erupción y recorrer los observatorios más avanzados del planeta como ALMA y La Silla, entre muchas otras aventuras.

¿Cuál fue el destino que más le impactó y por qué?

RG.- Es muy difícil escoger uno sólo, todo para mí es fascinante. Tuve la oportunidad de recorrer Colombia y conocer su gente, sus culturas ancestrales y quedé maravillado. Ahora, si tengo que escoger me quedo con dos eventos astronómicos que desde niño sueño con presenciar, el primero es el eclipse total de sol que vivimos en Estados Unidos, un evento mágico y sobrecogedor. Fueron días de viaje para tan sólo dos minutos y medio de eclipse, pero valió la pena. Y el segundo evento son las auroras boreales, una danza lumínica en el cielo, luego del largo viaje desde Santiago hasta el círculo polar ártico, cuando pude verlas quedé con la boca abierta, pasmado e impresionado por tanta belleza, yo las había visto en videos pero estar ahí es sin lugar a dudas una experiencia que jamás olvidaré.

¿Qué dificultades geográficas que se les presentaron?

RG.- Ningún viaje fue fácil. Recuerdo la llegada a un glaciar en el extremo sur de Chile, la idea era caminar en el glaciar y seguir a una expedición científica. Tuvimos que subir los equipos técnicos a un bote, llegar a un refugio y luego caminar por horas hasta llegar al pie del glaciar, con mucho peso y muchísimo frío, para luego recorrerlo durante todo el día.

Otros momentos difíciles fueron en Tierradentro (Cauca), la subida a un volcán en Guatemala, superar los 4 mil metros para alcanzar un observatorio en México, recorrer por horas el desierto en Utah para llegar a una base marciana... Sin embargo, lo que más recuerdo es la llegada a Chankillo, el observatorio astronómico más antiguo de América, ubicado en Perú, donde tuvimos un problema grave. El vehículo quedó enterrado en la arena, tuvimos que bajarnos, quitarle el aire a los neumáticos y empujar entre todos el equipo hasta que por fin pudimos sacarlo y llegar a destino, por suerte lo logramos.

¿Qué le sorprendió de las comunidades indígenas de Latinoamérica en su relación con el universo? ¿Qué aprendió de ellas?

RG:- Quedé maravillado con el vasto conocimiento del cosmos que poseen las culturas ancestrales de todo América, una conexión maravillosa con el universo, algo que en esta cultura moderna y tecnológica hemos perdido. Me sorprendió además encontrar muchas conexiones entre culturas muy distantes, sobre todo la importancia que le dan al Sol como fuente vida, es algo completamente transversal. Aprendí cómo medían el tiempo los mayas, cómo enterraban a sus muertos los antiguos habitantes de Tierradentro, cómo las culturas del norte de Canadá entendían las auroras boreales o cómo y por qué la antigua cultura Nazca creaba impresionantes figuras sólo visibles desde el cielo.

¿Cómo lo recibieron y qué fue lo más complejo para relacionarse con ellas?

RG.- Creo que lo fundamental para compartir con otras culturas es la humildad, reconocer que uno no sabe mucho y preguntar, estar abierto a descubrir una forma de mirar el mundo diferente e igual de válida. De esa forma siempre tuvimos una muy buena llegada con las comunidades en toda América, en ese sentido puedo decir que lo más difícil fue la preparación antes de llegar más que el compartir con ellos, el aprender de su cultura y de sus ritos.

¿Alguno de los temas tratados era especialmente de interés para usted como astrónomo?

RG.- Por supuesto que uno tiene más cercanía con ciertos temas y lugares. Uno que me maravilló fue un observatorio de rayos cósmicos y rayos gama ubicado en la montaña más alta de México. Estudiar qué son los rayos cósmicos, cómo se detectan y qué nos dicen del universo me cautivó ya que hablan de un universo violento, explosiones sorprendentes que podemos estudiar utilizando agua pura en lo alto de una montaña. Son muchos los temas que me marcaron y en muchos casos sigo en contacto con las personas involucradas, uno no sólo conoce lugares y temas sino que uno descubre personas increíbles.

¿Si tuviera que elegir tus tres capítulos favoritos, cuáles serían y por qué?

RG.- Esta es una pregunta muy difícil ya que en todas las historias que grabamos le pusimos el tesón, sudor e incluso lágrimas. Obviamente en este ranking están los dos eclipses de sol que grabamos y las auroras boreales, también la historia de Iván González y el grupo de niños que fueron al desierto de la Tatacoa en un campamento marciano, cuando buscamos meteoritos en el desierto de Atacama, subir a un volcán en erupción en Guatemala, recorrer y nadar por los cenotes en Tulum, caminar por un glaciar, subir hasta los 5 mil metros de altura para descubrir las antenas del radiotelescopio ALMA, y por supuesto visitar la NASA.