Woyzeck, teatro que revela el vacío de la humanidad | El Nuevo Siglo
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Viernes, 28 de Junio de 2019
Agencia Anadolu

WOYZECK es una obra de teatro escrita por Georg Büchner en 1836, cuando tenía tan solo 22 años, en plena época del romanticismo alemán. Muchos críticos la consideran una genialidad, pues se adelanta y da visos de lo que sería el expresionismo de su país 80 años después.

Aunque es una puesta en escena que sigue siendo muy actual, no ha recibido la importancia que merece en la dramaturgia europea. Por tal razón, montarla es un reto para cualquier director, en primer lugar, porque el texto está inconcluso y también porque es una obra muy compleja, casi inentendible.

El encargado de asumir semejante reto fue el artista colombiano Jimmy Rangel, quien ha sido entrenador del famoso Cirque du Soleil y ha estudiado en el School of Corporeal Mime de Londres, en el Instituto Universitario Nacional de Arte de Buenos Aires, el Instituto Superior de la Habana y en la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB).

Uno de los elementos más importantes y llamativos de este montaje es el uso de coreografías y partituras de movimiento. Sin duda, Rangel, por venir de la danza, ha construido un lenguaje dramatúrgico a partir del cuerpo: “La idea es ligar el mundo metafísico de la obra con el cuerpo”, asegura. Por eso decidió abordar la obra agregándole mucho más teatro físico y danza contemporánea.

La obra consta de 27 cuadros que no tienen ningún orden establecido. Lo que hizo Rangel fue crear un hilo conductor que fuera entendible para el público: “Queríamos que todos los personajes pudieran construir un drama para que pudiéramos ver su humanidad. Ese es el gran objetivo de la obra”.

Según Rangel, el montaje tuvo muchísimos retos, como el mismo hecho de reorganizar el texto para esta versión o encontrar un elenco que se le midiera a actuar en la obra, porque es muy arriesgada para su salud física y muy exigente para los artistas, debido al reto que fue llenar de agua el escenario del Teatro Colón.

No es una piscina como tal, es más bien un espejo de agua o un pequeño estanque que se llena a medida que transcurre la obra. Sobre él, los artistas actúan y bailan jugando con el movimiento que dibuja el agua en sus cuerpos.

La idea de integrar agua en el espectáculo surgió de la lectura del texto original en alemán, donde hay muchas palabras que denotan un sentimiento de ahogo, a juicio de Rangel. De hecho, muchos pacientes psiquiátricos dicen que tienen esa sensación, como si la cabeza se inundara, dice el artista: “Entonces, le dije a la directora de arte y al equipo, ‘ahoguemos a todo el elenco en una piscina’”.

Según el director del montaje, pasó algo muy interesante: el agua se convirtió en un personaje más de la obra. “Tuvimos que desarrollar unos sistemas técnicos porque nunca sabemos qué va a pasar, así bailemos de la misma forma o intentemos abrir la llave de la misma manera, el agua es indomable. Ahora es un personaje vivo con el que se lucha y se comparte en el escenario”.

Rangel usó muchos referentes para crear el arte de esta obra, imágenes por ejemplo de su maestro, Dimitris Papaioannou, del teatro contemporáneo, e ideas de Emilio García Wehbi, quien hizo una adaptación de Woyzeck en Argentina y con quien estuvo en permanente contacto para resolver algunas dudas para esta versión del montaje.

“Quería hacer esta obra desde hace muchísimo tiempo, llevó dos años y medio trabajando para lograr que este espectáculo sea posible”, asegura Rangel. Para el coreógrafo y director, esta puesta en escena, por ser inconclusa y tan amplia, tiene muchos espacios abiertos para explorar la creatividad: “Parece un reto darle un cierre. Yo no la cierro, solo insinúo algo y dejo que el público imagine lo que pasa... No lo hago porque que el texto es tan magistral que es difícil de manipular”.

La música, por su parte, genera en el espectador una sensación de angustia delirante, algo que ayuda a transmitir la naturaleza del texto. La apuesta es una voz polifónica que guía la obra y por eso hay desde música de los 80 hasta una pequeña partitura de la ópera Wozzeck de Alban Berg, que está basada en la obra de Büchner. “Yo siento que la música para un montaje tiene que ser completamente dramatúrgica para que funcione”, asegura Rangel.

El artista afirma que esta obra dialoga con la realidad del país, aún más por el momento político que atraviesa. Por eso cree que es importante hablar del Ejército, de gente que manipula, que engaña y que está sola: “De hecho, la montamos por eso. Los artistas colombianos estamos en la posición de hablar de lo que está pasando. Creo que todos debemos tener una posición política, sea cual sea. Woyzeck es una obra que necesita el país”.