VERLO AHÍ, sentado, vestido de corbata y con la mirada sabia y sesuda, es para mí uno de los momentos más especiales de este Mundial. En su antebrazo siempre lo acompaña un bastón, que le sirve de apoyo, porque Óscar Washington Tabárez – “El Maestro”- superó una cirugía de cadera hace unos años que limitó su movilidad. Dirige su cuarto Mundial al mando de Uruguay (1990, 2010, 2014 y 2018) y su manera de ver el fútbol sigue siendo la misma. Sin variaciones, sin tanta complejidad.
El martes, en una carta enviada a todos los uruguayos, en la que pide “respaldo” y “solidaridad”, Tabárez también aclaró, tajantemente, que de nada “sirve ser campeones del mundo si nuestros jóvenes no saben dónde queda Rusia, o porque en el seleccionado francés hay tanto jugadores nacidos en África”.
Esa manera de concebir el fútbol desde la educación ha hecho que la selección uruguaya sea este viernes favorita ante una arrolladora Francia. “La Celeste”, como se le conoce popularmente, es la representación del fútbol en su imagen más vernácula. La del polvo. La del barrio. ¿Acaso, en este dominio contante del marketing y publicidad, ya no existían los ídolos de barro?
Viendo a esta Uruguay tabarezca pienso que aún queda algo del mundo del fútbol de mi abuelo. Sencilla, colectiva y corajuda, algo que este deporte, aclamado por masas habitualmente ciegas, ha perdido hasta caer en lo falso. ¡A mí qué me importa cuánto gana un jugador! ¡O qué marca de guayos usa!
Casi todo, en estricto sentido, es mentiroso. Tanto así que Tabárez, un profesor de primaria que dictaba clases en las ciudades del Cerro y La Teja, se ha contrapuesto al estado de cosas y ha conformado un equipo que para llegar a donde está tuvo que atropellarse con mordeduras y torrentes de patadas para frenar al rival.
A falta de ocho partidos por jugar, Uruguay es el equipo más limpio del Mundial. Tiene una sóla tarjeta amarilla, cero rojas y la valla menos vencida, números que, como la mirada de Tabárez, demuestran experiencia (como la de Godín) y una contrapuesta de lo colectivo por encima de lo individual.
“Los poetas muertos del fútbol”
El fútbol es, antes que un negocio, un juego de 11 tipos que corren detrás de un balón. Esta premisa muchos la olvidan, creyendo que lo individual puede superar a lo colectivo, pero el “Maestro” ha construido una idea que simplemente aterriza las raíces.
El Wall Street Journal, en un magnífico artículo titulado “Uruguay: la sociedad de los Poetas Muertos del Fútbol”, dice que Tabárez logró manejar un equipo de fútbol como “un internado”. “Imparte lecciones sobre el respeto, la decencia y la importancia de los buenos modales. A pedido de Tabárez, Uruguay quizá sea el único equipo en Rusia que tiene a su escuadra de millonarios durmiendo en cuartos compartidos durante el torneo”.
Encontrar el sentido del fútbol, al menos para Taáarez, ha tomado su tiempo. Tuvo, con paciencia y discreción, que cambiar la una preconcebida idea de “vivacidad” por el respeto al rival. Así lo cuenta Oscar Bottinelli, politólogo y ferviente hincha de la “Celeste”, quien recuerda con amargura como un jugador uruguayo, “Charly” Bastista, no pudo contener su furia ante Escocia en 1996 y fue expulsado en el segundo 56 del partido.
En diálogo con emisora local (Universal 970 A.M), Botinnelli explica además que Uruguay es la oposición a la Argentina de ahora, que está marcada por polémicas, rumores y “Messi Dios y Messi Diablo”.
Frente a la Portugal de Cristiano Ronaldo, Uruguay, que cuenta con importantes individualidades -sin duda- demostró que es un equipo alineado para lograr un objetivo colectivo.
El petizo que juega de 6, Torreira, no se despegó de Vecino y Nández, quienes disputaron cada balón con firmeza. En la defensa, compuesta por una pareja de viejos amigos, Jiménez y Godín nunca temieron los arrebatos de Ronaldo; lo contuvieron, como en España. Y arriba la tenacidad por el gol no tuvo consolación. Acompañado del “Pistolero” Suárez, Edinson Cavani brilló en quizá su mejor partido desde que juega en Uruguay.
Al final del partido “la Celeste” salió rumbo al camerino. Quería beber maté, para celebrar. Una tradición que el francés Antoine Griezman –compañero de los zagueros centrales en el Atlético- también tiene porque “se siente un poco uruguayo”.
Hoy Suramérica hincha por esta Uruguay: La del Maestro Tábarez. La que no sólo juega fútbol, sino que también enseña