Desde el rand sudafricano al peso argentino, pasando por el real brasileño o el rublo ruso, la mayoría de las divisas emergentes se hunden desde hace una semana por el desplome de la lira turca, prueba de la vulnerabilidad de estas economías muy dependientes de los capitales extranjeros.
La crisis entre Washington y Ankara, primero política -por el desacuerdo sobre la suerte de un pastor estadounidense juzgado en Turquía por "terrorismo" y "espionaje"-, se extendió rápidamente al terreno económico.
Las sanciones, como duplicar las tasas aduaneras estadounidenses al acero y al aluminio turcos, se sucedieron a las declaraciones diplomáticas amenazantes, poniendo nerviosos a los mercados mundiales.
Aunque la lira turca, que perdió un 19% frente al dólar en la jornada del viernes, está en primera línea, otras divisas emergentes entraron en la tormenta.
En una semana, el rand sudafricano y el rublo ruso perdieron un 8% ante el dólar, alcanzando ambas su nivel más bajo ayer por la mañana desde hace dos años. La misma tendencia siguió el real brasileño (-4%) y el peso argentino, este último cediendo casi un 6% desde el lunes pasado.
El índice MSCI que reagrupa a una veintena de divisas emergentes cayó a su nivel más bajo en un año.
El efecto dominó de esta crisis turco-estadounidense evidencia sobre todo el nivel de vulnerabilidad frente al dólar, y más de manera general frente a los inversores extranjeros de las economías emergentes.
La rupia indonesia, por ejemplo, está en su nivel más bajo frente al dólar desde octubre de 2015, después de que el país anunciara el fin de semana pasado su mayor déficit de cuentas corrientes desde hace cuatro años, un indicador de la dependencia de indonesia de la financiación extranjera.
"El contexto actual es cada vez más preocupantes para los mercados emergentes. En particular para Sudáfrica, ya que nos volvimos dependientes de las entradas de capital extranjero", señaló por su parte el economista sudafricano Gavin Keeton en el diario Business Day.
Círculo vicioso
Desde principios de año y por la aceleración del aumento de los tipos de interés en Estados Unidos, las divisas de este país se resienten.
El fin de la política monetaria estadounidense complaciente penaliza en primer lugar a estos países, que se financian en los mercados internacionales para incentivar su crecimiento y su desarrollo, mostrando su fragilidad interna.
Los inversores foráneos prefieren migrar al mercado estadounidense, más lucrativo, y abandonan los mercados emergentes.
Este mecanismo crea un círculo vicioso: la divisa local pierde terreno frente al dólar, el costo de las importaciones aumenta de manera automática y con éste la inflación, lo que solo anima a los inversores extranjeros a recuperar lo invertido.
"Las amenazas proteccionistas de Donald Trump, que van necesariamente en contra de la perspectiva de crecimiento de los intercambios mundiales de igual manera nefastas para el mundo emergente", afirmó para la AFP la economista Véronique Riches-Flores.
Y más adelante sostuvo que "si a eso se le suma la subida de los tipos de interés en Estados Unidos, nos encontramos con un conjunto que se vuelve muy negativo y autodestructor".
La crisis en Argentina, que obtuvo recientemente un préstamo de US$50.000 millones del FMI para afrontar la depreciación del peso, que se desplomó un 35% entre abril y junio, es un ejemplo.
Y lo mismo en Turquía, donde la escalada de las tensiones con Estados Unidos no ha hecho más que agravar la situación de la lira, que ya había perdido mucho terreno desde enero (-40% frente al dólar). La inflación alcanzó por ejemplo un 16% en deslizamiento anual en julio.
Ayer el Banco Central turco intentó tranquilizar a los mercados anunciando que tomaría "todas las medidas necesarias" para garantizar la estabilidad financiera, y afirmó que aportaría "toda la liquidez necesaria a los bancos".
Sin embargo, hasta ahora no tomó la decisión de alzar sus índices para estimular la lira, lo que responde al "control" del presidente Recep Tayyip Erdogan, hostil a cualquier endurecimiento monetario, según Nora Neuteboom, del banco holandés ABN AMRO.