Bogotá-Quito, ejemplo a Caracas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Diciembre de 2015

Dos fronteras, dos realidades

Trabajar dentro de la diferencia

 

La cumbre ayer entre los gobiernos de Colombia y Ecuador es una muestra concreta de cómo dos sistemas políticos e ideológicos claramente diferenciados pueden trabajar de manera conjunta y efectiva en materia de política binacional y, sobre todo, de integración fronteriza. Un logro que tiene aún más relevancia si se tiene en cuenta el antecedente crítico en la relación entre los presidentes Juan Manuel Santos y Rafael Correa que significó el bombardeo años atrás del campamento del abatido cabecilla guerrillero alias ‘Raúl Reyes’ en la franja limítrofe ecuatoriana.

 

Superado ese incidente, ambos gobiernos se decidieron a generar una agenda amplia en materia política, social, económica, antidroga, de seguridad fronteriza e institucional, que ha madurado con el pasar de los años, pese a los pleitos, normales en un país con un intercambio humano y comercial tan amplio, en temas arancelarios y de diferencial cambiario, que han requerido de consultas al más alto nivel.

 

Es más, Correa ha sido pieza fundamental en el ya largo proceso de diálogos preliminares entre el gobierno Santos y el Eln, siempre actuando con cautela y ajeno a protagonismos ruidosos e inconvenientes.

 

En los últimos años ya son varias las cumbres ministeriales y reuniones de alto nivel entre los mandatarios de ambas naciones, con revisión de agendas y cronogramas puntuales, siempre con ánimo propositivo y tratando de encontrar fórmulas que satisfagan los intereses, no siempre concordantes, de un lado y otro.

 

Ayer, por ejemplo, los dos Jefes de Estado daban cuenta, durante la cumbre en Cali, que se ha cumplido el 97 por ciento de los compromisos que adquirieron hace un año durante el III Gabinete Binacional en materia de seguridad y defensa, infraestructura, educación, deporte y cultura; asuntos ambientales y comercio, entre otros. En esta nueva reunión se firmaron, por ejemplo, un pacto para la ampliación del Acuerdo de Reconocimiento Mutuo de Certificados comerciales, al tiempo que se avanzó en la coordinación de la lucha fronteriza contra la delincuencia organizada, el narcotráfico, el tráfico ilícito de armas y la minería criminal. Al mismo tiempo, se respaldó la posibilidad de que Ecuador se beneficie del Acuerdo Multipartes con la Unión Europea y se abre paso a que pueda ingresar a la Alianza del Pacífico.

 

Bien haría el presidente venezolano Nicolás Maduro de analizar cómo ha evolucionado la relación entre dos naciones hermanas como Colombia y Ecuador, que han logrado tramitar sus diferencias con madurez y cabeza fría, sin acudir a rompimientos intempestivos, cierres de frontera accidentados y caprichosos, la siempre desgastante ‘diplomacia del micrófono’… Todo ello sin que Bogotá ni Quito debiliten sus respectivas posturas y modelos políticos e ideológicos, cada uno de los cuales reelectos por votación popular.

 

Caracas debe entender que es viable convivir y salir adelante en medio de la diferencia, actuando bajo los criterios de la alta política, las realidades de integración fronteriza, la obligación de búsqueda conjunta de soluciones y, sobre todo, el respeto a la tradición de dos naciones hermanas.

 

Como se sabe desde agosto pasado, el gobierno Maduro cerró la mayoría de los pasos fronterizos con Colombia, deportó a más de 1.500 compatriotas, forzó el desplazamiento de otros 13 mil y hasta demolió sus viviendas, impidiéndoles además recuperar sus pertenencias. A ello se suma que con el pasar de las semanas fue extendiendo el “estado de excepción” en varios de los municipios de esos estados limítrofes, al tiempo que advirtió que sólo reabriría la frontera cuando hubiera paz en Colombia. Incluso esta semana llegó al extremo de sugerir que se enviarían a la zona limítrofe “fuerzas especiales” para acabar con la supuesta presencia de paramilitares…

 

No hay que olvidar que Correa y Maduro hacen parte del llamado “socialismo del siglo XXI” pero cada cual ha aplicado su modelo político, económico, social e institucional de forma distinta. De allí que la situación de esas naciones sea hoy tan distinta, sin que ello signifique desconocer que algunas políticas del gobierno ecuatoriano en materia de restricción a la libertad de prensa, presiones a la oposición o las maniobras institucionales para seguir en el poder, entre otras, han tenido algún tipo de similitud.

 

Más allá de esto último, es claro que la relación entre Colombia y Ecuador en los últimos cinco años, y mediando no menos de cuatro cumbres de gabinete binacional, se encuentra ya en una etapa sólida, tramitando sin mayor trauma los problemas sobrevinientes o estructurales comunes. Todo lo contrario a lo que pasa en la otra frontera, con un Maduro que, tras perder el poder legislativo y debilitado su gobierno, no se sabe qué pueda hacer a corto y mediano plazos.