Bolivia, una democracia en riesgo | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Octubre de 2019
  • Morales debe actuar como Jefe de Estado
  • OEA tiene a la mano la Carta Democrática

 

La democracia boliviana está gravemente manchada y si las autoridades electorales no proceden a hacer total y absoluta claridad sobre los ya de por sí confusos y sospechosos escrutinios de los comicios presidenciales del domingo pasado, corre el peligro de deslegitimarse y empezar a recorrer el mismo sendero crítico del chavismo venezolano, que comenzó demoliendo poco a poco la institucionalidad y cooptando todos los poderes públicos -incluido el electoral- y hoy ya es un régimen dictatorial violento y repudiado por la mayoría de la comunidad internacional.

Para evitar caer en esa barrena desinstitucionalizadora lo más aconsejable es que se proceda a citar ya a la segunda vuelta presidencial, tal y como lo indicara ayer ante el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) un vocero de la Misión de Observación Electoral desplegada por ese organismo para vigilar la cita en las urnas en la nación del altiplano.

Hay que ser realistas: más allá del resultado final que revele el controvertido Tribunal Supremo Electoral, una vez termine de escrutar el 3 por ciento de votos que dijo está pendiente de contabilizar, ya ese proceso está inexorablemente viciado. La extraña y sorpresiva suspensión del recuento cuando la ventaja del presidente Evo Morales sobre su principal rival, Carlos Mesa, era sustancialmente inferior al 10 por ciento, lo que daba pie a un seguro balotaje, cubrió con un pesado manto de duda todo el proceso democrático. Una sospecha de posible fraude que se transformó rápidamente casi que en una certeza para la oposición, debido a que cuando se reanudaron los escrutinios ahora el cuestionado Jefe de Estado de ascendencia indígena aparecía con una ventaja mayor, a escasas décimas porcentuales de poder proclamarse de una vez como mandatario reelegido. Según el último reporte del Tribunal, Morales tenía el 46,03 de los votos frente al 37,35 por ciento de Mesa. Si se tiene en cuenta que faltan por escrutarse un poco menos del 3 por ciento de los sufragios, y que estos corresponderían a zonas de la periferia, en donde es fuerte la presencia de los indígenas, la proyección parecería favorecer la posibilidad de un cuarto mandato del gobernante de izquierda.

Sin embargo, la oposición considera que estos resultados no corresponden a la realidad y que cuando se paró el escrutinio se incurrió en un fraude, razón por la cual todo lo que pase después está claramente viciado y no tiene fuerza legal ni legítima alguna. De allí que no solo Mesa, sino amplios sectores sociales, políticos, económicos e institucionales hayan llamado desde la noche del martes a movilizarse para defender la democracia, con grandes marchas y huelgas en La Paz, Santa Cruz y otras ciudades y municipios. Los partidarios de Morales, sobre todo después de que éste acusara a sus rivales de querer perpetrar un golpe de estado, también se lanzaron a las calles y por ello hubo fuertes enfrentamientos en distintos lugares del país, con incendios de sedes electorales a bordo.

Morales debe entender que insistir en proclamar un cuestionado triunfo en medio de estas circunstancias políticas y de alta tensión popular es muy peligroso. Como Jefe de Estado, más que como candidato, debe maniobrar para mantener el orden público y evitar un baño de sangre. Además, no puede desconocer que sobre él ya existen muchos cuestionamientos por el antecedente del referendo que en 2016 le prohibió volverse a postular a la Presidencia pero que luego su gobierno desconoció, acudiendo para ello a una polémica sentencia del tribunal constitucional, al que sus opositores acusan de estar a su servicio.

En ese orden de ideas, lo más sano, no tanto para Morales y Mesa, sino para la democracia boliviana es que el Tribunal Suprema decida citar a una segunda vuelta para escoger Jefe de Estado. Hay preservar a toda costa el Estado de Derecho, más aún en un continente que por estos días atraviesa situaciones convulsas en varias naciones. Si el hoy gobernante indígena gana el balotaje, entonces recuperará algo de la credibilidad y legitimidad que este polémico escrutinio y el desconocimiento del referendo le restaron. Y si la oposición es la triunfante en las urnas, tendrá la oportunidad de cambiar el rumbo del país pero quedará supeditada a abrir un diálogo nacional de amplio espectro porque se enfrentará a la realidad de tener casi a la mitad de la ciudadanía en la otra orilla política.

Está, entonces, en manos de Morales y del Tribunal Supremo evitar que Bolivia entre por el peligroso sendero que ya recorrió la dictadura venezolana y hoy tiene al régimen como paria internacional. De igual manera, ya hay voces en la OEA que llaman a aplicar la Carta Democrática a ese país, por cuenta del riesgo de rompimiento del hilo democrático y la institucionalidad. Para evitar ambas circunstancias, como se dijo, se requiere que el líder indígena actué más como Jefe de Estado que como candidato. La pregunta es ¿Lo hará?