Demolición de una dictadura | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Mayo de 2019
  • Régimen chavista se debilita aún más
  • Las etapas de la “Operación Libertad”

 

 

Si se analiza con suficiente perspectiva lo que ha ocurrido en Venezuela desde el mismo momento en que Juan Guaidó asumió, a comienzos de enero, la presidencia de la Asamblea Nacional y luego, el 23 del mismo mes, fue proclamado como Presidente de la República en calidad de interino, tras declararse usurpador al mandato de Nicolás Maduro, lo que se ha venido dando es una estrategia de demolición de la dictadura por etapas.

Aunque las mayorías en ese país y gran parte de la comunidad internacional quisieran acabar de una vez por todas con la satrapía, hay que entender que se trata de un régimen enquistado en la ilegítima pero intrincada institucionalidad venezolana desde hace más de una década y media. Un régimen que se muestra dispuesto a sumir al país en la guerra civil, la quiebra total y la peor tragedia humanitaria de occidente, antes que dar un paso al costado y enfrentar a la justicia por sus múltiples crímenes.

Por lo mismo, para evitar un baño de sangre, hay que demoler poco a poco a la dictadura. Para ello hay una hoja de ruta, aunque el ritmo de los acontecimientos a veces no permita vislumbrarla de forma clara. Por ejemplo, a las dos movidas ya referenciadas de Guaidó en enero le siguió el reconocimiento en tiempo récord de la legitimidad de la presidencia interina por casi sesenta naciones. Ello le permitió al joven y decidido mandatario tener la capacidad de designar embajadores y representantes diplomáticos y dar un paso definitivo en el aislamiento internacional del régimen, pues a Maduro solo le quedaron unos pocos apoyos externos, con Rusia y China a la cabeza.

La estrategia se profundizó una vez Estados Unidos y la Unión Europea no solo reforzaron las medidas de sanción a altos funcionarios chavistas y el embargo económico a la dictadura, sino que Guaidó asumió la potestad para el manejo de las divisas petroleras en el exterior, sobre todo en la sucursal de Pdvsa en territorio norteamericano. Todo ello en coincidencia con el posicionamiento del nuevo gobierno en la OEA y entes multilaterales, e incluso los actos de protesta contra la vocería madurista en la ONU.

La siguiente instancia era, sin duda, lograr que bajo el liderazgo del mandatario interino pudiera entrar la urgente ayuda humanitaria a Venezuela. El 22 de febrero, bajo el liderazgo del propio Guaidó, que llegó a Cúcuta y se encontró con varios presidentes latinoamericanos, encabezados por el colombiano Iván Duque, se intentó tal operación pero el régimen chavista acudió a un insólito e inhumano bloqueo fronterizo para impedirla e incluso quemó una parte del cargamento de víveres y medicinas.

Tras ese traspié, se pensó que la dictadura, envalentonada por el polémico apoyo ruso y chino, tomaría un nuevo aire, sobre todo porque mantenía un dominio medianamente alto de las Fuerzas Militares y demás organismos de seguridad. Incluso Maduro se tornó más desafiante de la comunidad internacional y arreció su persecución interna a la oposición.

Sin embargo, como se dijo, hay una estrategia de corto y mediano plazo en la que los pataleos del régimen están calculados y no asustan. Prueba de ello es que en medio de un pulso geopolítico con Moscú, la Casa Blanca decidió avanzar hacia un embargo petrolero -que comenzó el domingo pasado-, en tanto Guaidó, que venía liderando marchas en todo el país y llamando a los militares a ponerse de lado del pueblo y derrotar al dictador, dio un nuevo paso el martes pasado. A la cabeza de una masiva marcha en Caracas no sólo firmó un decreto de indulto presidencial a Leopoldo López, el líder opositor y preso político más importante para el régimen, sino que lo liberó de la casa por cárcel que le impuso una justicia cooptada. Todo el país salió a las calles a apoyar la acción del mandatario y su llamado a un alzamiento popular sin retorno. En tanto, López se refugió en la embajada española, en donde está en calidad de “huésped” y se torna intocable para un chavismo que se evidencia cada vez más debilitado, dividido y con amplias fisuras en el otrora cerrado respaldo militar.

Aunque Maduro y compañía sostengan que fracasó un ‘golpe de Estado’ y el alzamiento militar, lo cierto es que Guaidó, López y la oposición dieron el martes un paso más en la hoja de ruta para sacarlos del poder, sentar las bases de una transición a la democracia y citar de inmediato a elecciones libres y transparentes. Un plan que, con altas y bajas, avanza y acorrala cada vez más a la dictadura y sus disminuidos respaldos internos y externos. Maduro sabe que tiene las horas contadas. Pero la oposición, para evitar el baño de sangre que quiere promover el régimen chavista, prefiere ir paso a paso en la “Operación Libertad”. Vienen, entonces, nuevas y más definitivas movidas en la demolición de la dictadura, que amenaza implosionar.