Desgaste de imagen presidencial en EE.UU. | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Octubre de 2014

Siempre   pasa, con raras excepciones, que los jefes de Estado en el desarrollo de su mandato suelen utilizar su capital político y cuando llevan más de la mitad del período pueden tener declive de popularidad en la percepción de la gente que es más crítica si se ve afectada en alguna forma por las decisiones en la cabeza del Estado. Ocurre en todos los países donde existe la democracia y la opinión sigue atenta los hechos que marcan la administración. Es la garantía de libertad de expresión propia de los sistemas representativos donde tanto el poder legislativo como el ejecutivo son determinados por el voto popular. El pueblo elige en comicios libres a los integrantes del Congreso, quienes se encargan de la elaboración de las leyes, también de control político del Gobierno, y al Presidente de la República. Ambos poderes, si se cumplen los postulados establecidos en la democracia, están sujetos al escrutinio público. Enunciado fundamental el que reza que no habrá delito de opinión en los gobierno democráticos. Cosa diferente si el escenario es en los regímenes autocráticos y los populistas, donde se restringe el libre albedrío, y se practica el culto a la personalidad del gobernante mediante la propaganda oficial.

La democracia, como todo lo humano, quizá no sea perfecta, pero es la que ofrece más seguridades de interpretar las aspiraciones de la población. En Estados Unidos, referente mundial de la democracia, el actual mandatario Barack Obama llegó a la Casa Blanca con el 69 por ciento de apoyo de sus compatriotas. En la actualidad el descenso de su popularidad es ostensible. En la primera potencia mundial, la tarea del Presidente es de responsabilidad gigantesca. Son muchos los frentes que debe atender, y en una época como la presente, ante la amenaza terrorista, los conflictos en puntos estratégicos para EE.UU. y múltiples problemas internos que afectan la economía y el empleo, que solo hasta ahora se van superando, y lo más reciente relacionado con la campaña contra el Estado Islámico en Irak y Siria; a esto se suma la amenaza del ébola, que no ha sido bien manejada, la imagen presidencial se desgasta y esto lo experimenta el presidente Obama, en proximidades de las elecciones legislativas. Esta situación es sensible, en espacial para los aspirantes demócratas al Senado, a la Cámara y gobernaciones; la debilidad en la imagen del gobernante se ha acentuado en los últimos meses y provoca temor entre los candidatos del partido de gobierno. En estos días que faltan para los comicios legislativos se espera que ocurran hechos positivos tanto internos como externos que disipen las aprensiones de los candidatos demócratas.