Desminado: reto mayor | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Julio de 2015

*Entender complejidad del problema

*Duraría no menos de una década

MUCHAS  de las reacciones a la lamentable muerte de un soldado cuando participaba en el plan piloto del desminado humanitario que están adelantando el Gobierno, las Farc y una ONG internacional experta en el tema, en el corregimiento de El Orejón, en zona rural del municipio de Briceño (Antioquia), ponen de presente que gran parte de la opinión pública colombiana parece no entender la complejidad del reto que significa librar el territorio nacional de los miles de estos  artefactos explosivos que pese a estar proscritos por el Derecho Internacional Humanitario fueron ‘sembrados’ por la subversión, sin importar su poder de destrucción indiscriminado. El uniformado tenía más de nueve  años de experiencia en tareas de desminado pero, aun así, su vida fue segada, como lo han sido las de tantos integrantes de la Fuerza Pública que murieron en los últimos años, todos ellos héroes anónimos a los que el país no les ha rendido en su justa dimensión el homenaje correspondiente a su capacidad de sacrificio y patriotismo.

Debe entenderse que afrontar la complejidad del desafío del desminado va mucho más allá del ritmo accidentado del proceso de paz o de la postura que se tenga frente al mismo. Lléguese o no a una salida negociada al conflicto y más allá de cuáles sean sus características en materia política o jurídica, lo cierto es que desactivar las miles de “quiebrapatas” que están ‘sembradas’ en la mayoría de los departamentos es una prioridad nacional. En no pocas ocasiones hemos advertido desde estas páginas que diversos países que afrontaron guerras internas, tardaron muchos años en limpiar sus territorios, como es el caso de varias naciones centroamericanas en donde incluso una década después de firmar acuerdos de paz, no se culminó dicha tarea.

De allí que lo peor que le puede pasar al país en estos momentos es imbuirse en desgastantes polémicas sobre la responsabilidad de la lamentable muerte del soldado en  Antioquia. La culpa es de quienes instalaron estos criminales artefactos bélicos y punto. Precisado ello, lo que debe entenderse es que en los últimos 12 años las autoridades han desactivado casi 200 mil minas, pero aún así desde 1990 hasta la fecha más de once mil uniformados y civiles  resultaron muertos o heridos por su explosión. Esa es la realidad que no se puede distraer en polémicas coyunturales marcadas ampliamente por la politización imperante alrededor del proceso de paz. El plan piloto en Briceño es importante y lo ideal sería que ese mismo modelo se replique a corto plazo en muchas otras zonas. Sin embargo, hay que aceptarlo, sus efectos serán muy relativos si se tiene en cuenta que los subversivos no tienen en la mayoría de los casos la ubicación exacta de dónde enterraron las minas, ya sea porque los frentes y cuadrillas que las ‘sembraron’ fueron diezmados por la acción de las autoridades o porque,  simple y llanamente, como está comprobado, la instalación, a todas luces bárbara y demencial, de estos artefactos se hizo de forma tan desordenada e indiscriminada que no son pocos los casos en que los insurgentes terminaron cayendo en sus propios campos minados.

Meses atrás impactó un pronóstico hecho por expertos según el cual el desminado le podría costar a Colombia más de 200  millones de dólares y tardaría no menos de una década. Y eso si para ello se empleaban no menos de 10 mil especialistas, lo que significa cinco veces más de la cantidad con que actualmente cuentan las Fuerzas Militares.  No hay que olvidar que mientras la construcción de una mina puede costar de tres a diez dólares, desactivarla, en materia de recurso humano y técnico, puede estar por encima de los mil.  Atendiendo a los cálculos que señalan que alrededor de un 70% de municipios del país podía tener en sus territorios presencia de estos artefactos, se dimensiona de mejor forma la complejidad del reto del desminado que afronta el país.

Todo lo anterior debe servir para que la opinión pública en general entienda que desminar no será una tarea corta, fácil ni automática. Es claro que es mejor adelantarla en tiempos de paz y con la colaboración de los  guerrilleros que instalaron estas bombas, pero mientras ello ocurre hay que redoblar todos los esfuerzos desde el Estado en esta misión que es a todas luces prioritaria. Lamentablemente en esa tarea se pierden héroes como el soldado Wilson de Jesús Martínez Jaraba. Paz en su tumba.