El enemigo a vencer | El Nuevo Siglo
Viernes, 24 de Octubre de 2014

*No cede inseguridad urbana

*Percepción versus estadísticas

Las  encuestas de percepción siempre suelen dar lugar a polémicas, ya que por lo general las respuestas de los consultados no coinciden con las frías estadísticas oficiales y privadas. Se afirma, entonces, que los resultados de las primeras se basan en análisis comparativos y transversales de respuestas claramente subjetivas, y las segundas se sustentan en conclusiones numéricas y porcentuales objetivas pero demasiado rígidas. De las primeras también suele criticarse que las personas no necesariamente dicen la verdad al responder al encuestador y, de las segundas se advierte que en no pocas ocasiones miden escenarios o realidades que presentan alto subregistro o informalidad, según sea el caso.

La previsión anterior es clave a la hora de abordar y analizar los resultados de la Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana que acaba de revelar el DANE y que trae datos tan sorprendentes como que la percepción de inseguridad en 28 ciudades es tres veces mayor que la tasa de ciudadanos afectados por un delito. No menos preocupante resulta que  solo se denunció la cuarta parte de las actividades ilegales durante el año pasado, evidenciándose así una vez más el pulso entre la percepción y la estadística. Más allá de lo anterior, no genera mayor sorpresa que, de acuerdo con la encuesta que se aplicó en 68 mil hogares y más de 237 mil personas en 28 ciudades, el teléfono celular sea el objeto más hurtado. Como tampoco que el delito más denunciado fuera la extorsión, que se convirtió ya en un flagelo que golpea en todo el país por cuenta de milicias guerrilleras, bacrim y delincuencia común. Y menos aún que la principal modalidad de hurto a personas sea el atraco, por encima del llamado “cosquilleo” o el raponazo. Igual no es extraña la alta incidencia de las riñas y que su principal causa sean las agresiones verbales y el irrespeto… Es decir, la intolerancia.

No es la primera vez que la inseguridad urbana se pone en lo más alto de las preocupaciones de la ciudadanía, muy por encima de la violencia derivada del conflicto armado o el terrorismo, cuya incidencia ha disminuido en los últimos años. El Gobierno y las autoridades han tomado nota de ese escenario y por ello han implementado distintas estrategias para hacerle frente a ese flagelo que azota a millones de colombianos. Es más, hace apenas unos días el presidente Santos lanzó otro “plan de choque” para combatir el delito en Bogotá, Medellín, Pereira, Ibagué, Pasto, Cali, Barranquilla, Cúcuta, Bucaramanga, Villavicencio y Neiva. Una ofensiva enfocada a combatir principalmente la microextorsión, el microtráfico, la minería ilegal, el hurto, el contrabando y el homicidio. A ello se suman los aumentos en el pie de fuerza policial en muchas zonas, más activaciones de los llamados “cuadrantes”, un incremento de los operativos militares en corredores rurales, la ofensiva contra las “ollas” del narcotráfico y de compraventa de celulares robados en muchas ciudades capitales e intermedias, así como más instalación de cámaras de vigilancia barrial.

Es obvio que todavía falta mucho por hacer en materia de seguridad urbana y que cambiar las tendencias de la percepción ciudadana sobre el riesgo o la incidencia de tal o cual fenómeno delictivo no es una tarea automática, sino que responde a unos tiempos determinados y a unas políticas de choque que se mantengan en el tiempo y ofrezcan resultados tangibles y, sobre todo, generalizados.  Igual debe llamarse la atención sobre la necesidad de que las personas que son blanco de un delito procedan a denunciarlo y que el aparato judicial sea diligente para procesar y castigar. No es un secreto que muchas acciones efectivas de la Policía en calles y barrios contra los delincuentes comunes, terminan siendo inútiles y dando pie a rápidas excarcelaciones, pues las víctimas no formalizan la denuncia y a los jueces no les queda de otra que ordenar la libertad de los sospechosos que vuelven a sus andadas ilegales ipso facto.

La encuesta del DANE pone en evidencia que los delitos de alto impacto continúan pesando fuertemente sobre la psiquis de los habitantes y que, al final, lo más importante no sólo es garantizar la seguridad sino, a través de ella, que las personas se sientan seguras. Puede que los índices de victimización reales sean menos drásticos que los escenarios de la percepción de inseguridad, pero, al final, cada quien es dueño de sus miedos y así se lo transmite a los demás, incluyendo a los encuestadores.