El Estado de Derecho | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Diciembre de 2013

Institucionalidad y democracia

Conflicto de poderes

 

En materia política no es posible transar todos los asuntos para complacer a los más, ni es dado que una República trate los problemas de Estado como si se tratara de recetas de cocina que se alteran para adaptar al gusto de cada quien. Esa equidistancia que algunos pretenden mantener suele ser nociva, incluso en la empresa privada donde los ejecutivos eficientes deben tomar medias claras bajo su responsabilidad para orientar las empresas. Así que el tamiz que algunos pretende que se instale entre las instituciones, como si se tratase de colar el café o un jugo, para eliminar las impurezas o asperezas entre estas, no es factible. Incluso en el Congreso, después que se aprueban las leyes se deben cumplir sin chistar. Lo que compete a cada institución es moverse dentro de la órbita de su competencia y cumplir su deber. Es evidente que cuando se le entrega una dosis de poder estatal a un funcionario siempre está presente la tentación de abusar del mismo, de transgredir sus funciones, acrecentarlo, y, en algunos casos, de intentar avasallar otros poderes. Por lo mismo. John Locke, en su ensayo sobre el gobierno civil plantea la división y equilibrio de poderes, tema que atrajo al barón de Montesquieu, admirador del sistema inglés.

Lo evidente es que se propaga la idea democrática al constituirse los Estado Unidos como democracia constitucional, la más importante en su momento, que aplica la división de poderes, moderados el Ejecutivo y Legislativo, por la Corte Suprema. La teoría de la división de poderes divulgada por Montesquieu que tenía como fundamento un monarca, prosperó con grandes dificultades en el republicanismo francés, donde había el precedente de más de 15 siglos de poder absoluto de los reyes, que se elimina con la Revolución Francesa, retorna con Napoleón moderado por la Constitución. Con los postulados de Rousseau y la voluntad popular que se expresa en las urnas pueden servir para elevar al poder omnímodo a Napoleón III o justificar el Directorio y formas diversas de democracia relativa. Francia debió pasar por varios y múltiples procesos de inestabilidad y anarquía para encontrar su centro de gravedad en la V República del general Charles de Gaulle.

En el sistema de democracia occidental nuestro, con todas sus imperfecciones, se considera que la misma  funciona en la medida que los poderes se respeten y no se inmiscuyan o avasallen las funciones que son competencia de otros organismos. Lo contrario es la jungla, la anarquía, que horada el sistema. Se cuenta que en Cuba antes de llegar al poder el comandante Fidel Castro, el sistema se tornó crapuloso, en su conjunto estaba carcomido por la corrupción. Las instituciones, ni el Ejecutivo que huyó del país con Fulgencio Batista, ni el Legislativo en desbandada, ni la justicia, gran parte de sus agentes terminaron presos por corruptos, obtuvieron respaldo popular. Un sistema  como ese se desploma  al primer empujón revolucionario, la dictadura de Somoza en Nicaragua estaba corroída  por dentro, a semejanza de otras satrapías de la región.

El respeto entre las instituciones ha sido una de las virtudes de la democracia colombiana, el sometimiento a la Constitución y la Ley, por parte de los funcionarios públicos. Nunca antes, hasta que se reformó la Fiscalía, se les permitió a los funcionarios judiciales transar la ley, según el sistema estadounidense que copiamos, el cual no se corresponde ni con el carácter nacional ni nuestras tradiciones. El orden no es una entelequia por la que ha luchado el partido conservador o el liberal y las fuerzas políticas afines, se refiere al respeto de las mayorías por el sistema y el compromiso de defenderlo. Quienes más deben dar ejemplo de acatamiento a la norma son aquellos que tienen a su cargo la representatividad de los organismos del Estado, para evitar que Colombia siga por el despeñadero que horadó las instituciones en Cuba, en Venezuela o en países como Nicaragua. Ese anarquismo exacerbado, que aplauden algunos, puede ser la antesala de grandes males para la Nación.

En estos días navideños, que debieran ser de regocijo familiar y de descanso, hacemos votos por la moderación  y el buen juicio de quienes están a la cabeza del Estado en los distintos organismos o de los que han sido electos por el voto popular. No debemos confiarnos en las estadísticas económicas favorables para la economía; Cuba cayó en las garras de Fidel, cuando  su población tenía los mejores ingresos del Caribe, en tanto se desintegraba y corrompía la sociedad. Un buen regalo navideño sería que las cabezas de los distintos organismos del Estado se dediquen a lo suyo y se respeten.