El Papa de las multitudes | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Julio de 2015

Vigencia del catolicismo en América Latina

Lo doctrinal, lo político y lo social de la gira

Vigencia,   carisma, reflexión, liderazgo, empatía, realismo, apertura, doctrina… Son muchos los calificativos que se pueden utilizar a la hora de significar todo lo que ha demostrado la gira del Papa Francisco por Suramérica. Una vez más se evidenció que este subcontinente es quizá la principal y más fuerte reserva del catolicismo a escala mundial. Contrario a quienes desde hace algunos años lanzan advertencias casi apocalípticas sobre el debilitamiento del cristianismo en esta región e incluso ponen sobre la mesa cifras abultadas en torno del número de fieles que habrían, presuntamente, emigrado a otras confesiones religiosas, las multitudinarias concentraciones en todos los actos del Pontífice en Ecuador, Bolivia y Paraguay son prueba incontrastable de la vigencia mayoritaria del catolicismo, así como de la capacidad de convocatoria que tiene el actual titular del Vaticano, que como lo señalara este diario en su edición dominical, se puede decir que fue “profeta en su tierra”. El primer Papa jesuita y latino de la historia se confirma así como uno de los principales y más influyentes líderes mundiales en el arranque de esta centuria, a tal punto que desde ya hay quienes consideran que su pontificado dejará una huella imborrable en el discurrir de la Iglesia Católica.

Uno de los elementos más importantes del periplo papal fue sin duda la mezcla equilibrada y coherente entre el mensaje doctrinario espiritual con las reflexiones de carácter político, económico, social e institucional que el Pontífice hizo a lo largo de sus más de veinte intervenciones públicas en los tres países. En cada uno de ellos hizo alusión directa a problemáticas locales muy puntuales y su voz, pese a los intentos de politización, logró imponerse como un llamado superlativo a superarlas dentro de los cánones de la justicia, el bien colectivo y la reconciliación. De igual manera quedó claro que uno de los énfasis de su Papado es el continuo e indeclinable propósito de que las sociedades incluyan a los más pobres y desamparados, bajo la tesis de que ese no solo es unos de los principios fundamentales del cristianismo, sino que no existe comunidad local, regional o nacional que pueda alcanzar un verdadero estándar de desarrollo si una parte de sus integrantes pasa ingentes necesidades y no se beneficia del bienestar colectivo.

Pese a quienes trataron de ubicar el mensaje del Papa Francisco en determinadas líneas políticas, y sacar provecho coyuntural de ello, una sentencia suya no solo neutralizó este riesgo sino que envió un mensaje de profunda carga política a todo el planeta: “las ideologías siempre terminan mal, no tienen en cuenta al pueblo, fíjense lo que ocurrió con las ideologías del siglo pasado, terminaron siempre en dictaduras”.

Una vez más la feligresía pudo constatar que el actual Pontífice no solo simboliza un acendrado interés por los más pobres y excluidos, sino que reitera el llamado a la propia Iglesia para que sin declinar sus principios fundamentales y mandatorios, se busquen mecanismos amables para recuperar a quienes se han alejado de la fe por cuenta de problemáticas como las disfuncionalidades en la familia. Su invocación constante a ponderar y practicar los valores cristianos, como fórmula de desarrollo individual y social, pone de presente su preocupación por la irrupción de formas de pensamiento en las que prima el materialismo y la espiritualidad queda subordinada a la búsqueda incesante del bienestar de cada quien, sin importar lo que deba hacer para encontrarlo, con las consecuencias de no pensar en el otro. En un continente que alberga el que se considera el pulmón más grande del mundo y que es a la par una de las mayores reservas de recursos naturales no renovables y potencia sin igual en biodiversidad, la insistencia del Pontífice en la preservación ambiental, caló de forma sustantiva y dimensionó aún más la trascendental importancia de su reciente encíclica verde.

Deja pues, el Papa Francisco en Latinoamérica una vez más una muestra indeleble de su pensamiento y de la forma en que su Papado aspira a que la Iglesia retome ese papel de auxilio inmediato y cercano a las necesidades de su inmensa masa de fieles. Partiendo para ello de una sincera y realista autocrítica, en la que si bien no desconoce los errores cometidos en la estructura y accionar eclesiásticos, enfatiza en que las correcciones están ya en marcha y la renovación es irreversible. Para los colombianos, cuya suerte está continuamente en los pensamientos del máximo jerarca de la Iglesia Católica, la gira papal sin duda fue un sustancioso abrebocas de cara a la visita que esperamos se concrete el próximo año, cuando el Pontífice llegue a una tierra no solo de mayorías católicas, sino que urge su guía y bendición.