* Una cúpula militar representativa
* No hacer caso a los cantos de sirena
Los chismorreos en torno de las fricciones entre los generales Alejandro Navas y Sergio Mantilla no pasan del divertimento. Sería, desde luego, fútil y escandaloso que dos personajes de semejante nivel, Comandantes de las Fuerzas Armadas y el Ejército respectivamente, fueran a repetir la lamentable situación que se presentó con el general Gustavo Matamoros. Perdió entonces el país un oficial de altísima idoneidad y experticia por situaciones secundarias que no supo manejar el Ministro de Defensa de entonces.
Desde luego, en una situación de guerra como la colombiana, desperdiciar toda una vida castrense y descartarla de repente cuando está en su apogeo profesional no se le ocurre a nadie. Otra cosa es cuando no se producen resultados. El mismo Winston Churchill llegó hasta el general Montgomery para comandar las legiones británicas durante la Segunda Guerra, luego de ensayar varios oficiales. Pero hoy es cosa diferente, pues es evidente que Navas y Mantilla, aun con sus tendencias, han producido excelentes resultados institucionales. Que es, en primer lugar, lo que debe tenerse en cuenta.
Cualquiera que haya leído las Memorias de Churchill, precisamente, se puede dar perfecta cuenta de que cuando los Generales son buenos y auspiciosos, prestos a cumplir con su deber y lejanos a las intrigas, ponen sus posiciones en los escenarios privados correspondientes. Así puede visualizarse de las actas que Churchill tradujo de su gabinete de guerra, testimonios que le merecieron el Premio Nobel de Literatura. En ningún caso allí se imponía la disciplina para perros; por el contrario, se permitía el debate sereno e inteligente para llevar a cabo las estrategias cuya última palabra la tenía el Primer Ministro.
A veces, claro, hay Generales díscolos y perturbadores. Muestra de ello fueron las discusiones en la crisis de los misiles soviéticos en Cuba a comienzos de la década de los 60, cuando John F. Kennedy, pese a la arrogancia de algún oficial que pertenecía al gabinete de crisis, impuso sus criterios.
Colombia, en general, ha sido un país democrático, donde se entiende que las armas se deben al Comandante Supremo, que es el Presidente de la República, por cuenta de su elección popular. Cuando ello se ha distorsionado, como en el caso del teniente general Gustavo Rojas Pinilla, las cosas terminaron mal y con su juzgamiento en el Senado.
La preeminencia presidencial es a todas luces consecuente con los criterios democráticos que animan al pueblo colombiano. Nunca es bueno abusar de ello y por eso las críticas al anterior Ministro de Defensa cuando discrepancias naturales en el interior de los órganos castrenses fueron llevadas al despacho presidencial. Ahora, por fortuna, el ministro de turno Juan Carlos Pinzón ha tratado el tema como debe ser: no hay ninguna división, sino que hay estilos y siempre los habrá. No son, ciertamente, los Generales autómatas que no puedan debatir sus propias decisiones.
Por fortuna, lejos están ya los tiempos de los dos mandatos anteriores, cuando sacar a Generales era práctica común y frecuente. En muchos casos se perturbó la línea de mando, incluso trayendo oficiales del retiro. Es buena, pues, la voz de tranquilidad que emite el Ministro de Defensa, como igual es positivo que los dos Generales más importantes de Colombia aparezcan dando declaraciones en armonía.
Será difícil para el presidente Santos conseguir una cúpula militar con el equilibrio de la que se tuvo durante la Administración de Andrés Pastrana con los generales Fernando Tapias y Jorge Enrique Mora. Siendo de dos estilos completamente diferentes, y cada cual con rangos operacionales disímiles, hicieron sin embargo una mancorna que todo el mundo recuerda como de las más positivas, no sólo en medio del proceso de paz de entonces, sino especialmente como diseñadores y ejecutores de la más grande modernización que hayan tenido las Fuerzas Armadas a través del Plan Colombia.
Pudo haber voces aisladas en contra que después terminaron en nada. Sin visas o desvanecidas en una curul parlamentaria. Hubo incluso homenajes a los desvisados, como a Rito Alejo Del Río, por parte de quienes después fueron Presidentes, pero hoy se sabe cuanto tuvo todo ello tanto de largo como de ancho.
Los generales Navas y Mantilla están lejos de repetir, por fortuna, lo que hace unos meses fue motivo de puerilidades en ascenso. Por el contrario, no vale oír, como sugiere el Ministro de Defensa, los cantos de sirena de quienes quieren echar más combustible a las hogueras.