Hecatombe del Catatumbo | El Nuevo Siglo
/ Foto Mindefensa
Domingo, 19 de Enero de 2025

La violencia que hoy sufre la región del Catatumbo, en Norte de Santander, señala, en primer lugar, un inaceptable desmayo de las autoridades competentes y una dilución del Gobierno y el Estado. No es en absoluto comprensible, dentro de los cánones constitucionales propios a la soberanía nacional, que las instituciones se hayan convertido en apenas un remedo, ante los ojos atónitos del país, mientras son heridos o mueren decenas de colombianos inocentes, en medio del fuego cruzado en la zona, y al menos cinco mil personas sean desplazadas de sus hogares en solo tres días.

Es muy grave la imposición criminal en el extenso territorio por parte de frentes del Eln, reductos de las Farc, remanentes del Epl y bandas como “Los Rastrojos” o el “Clan del Golfo”, en lo que algunos catalogan dizque de guerra en vez de la depredación y mansalva que verdaderamente es. Y que no es, asimismo, más que producto de la manga ancha estatal frente a la barbarie y la incapacidad por asumir y llevar a cabo las responsabilidades gubernamentales.

La lucha sangrienta entre los delincuentes de toda laya por el dominio de 30.000 hectáreas de cultivos ilícitos de hoja de coca y la comercialización de al menos 17.000 millones de pesos al mes del alcaloide; la minería en manos de los forajidos; el inverecundo y esclavista negocio de la trata de personas; y la amenaza y cooptación de la administración pública, constituyen factores que, entre otros, dan curso y mantienen el más protervo teatro operativo contra los derechos humanos y ponen de presente el flagrante incumplimiento de los fines esenciales del Estado, con millares de ciudadanos abandonados a la suerte de Dios.

Todo ello, por lo demás, en un área estratégica en la frontera con Venezuela que cubre miles de kilómetros y que comprende los municipios de Ocaña, El Carmen, Convención, Teorama, San Calixto, Hacarí, La Playa, El Tarra, Tibú y Sardinata. Cierto es que desde hace lustros la región ha sido motivo de las luchas intestinas entre los detentadores de la sangre y la violencia, en procura de su predominio salvaje y lucrativo. Pero también es evidente, en la actualidad, que estos han decidido escalar sus fechorías y, al mismo tiempo, dejar en claro que allí la Constitución no rige y que lo que cuenta es la ley de la selva y el terror. Ya se sabe, a los efectos, la complicidad de la oficializada tiranía que gobierna en Venezuela y que saca multimillonarios réditos de la bárbara anarquía que sufre el Catatumbo, víctima, en primer lugar, como se dijo, de la laxitud y contemporización, en todos sus niveles, de los encargados y responsables de imponer el orden público del lado colombiano.

Ha dicho el ministro de Defensa que se trata de una acción del Eln. Por supuesto, hace tiempo es conocido que esa guerrilla binacional, con un fuerte amparo del régimen venezolano, cuenta con ese territorio fronterizo como su principal enclave y que busca ostentar su hegemonía virulenta, tanto frente a la población civil y los desmovilizados de otras guerrillas, como ante los demás criminales en ejercicio que buscan competirles. No se trata, pues, solo de “extraer” a las personas amenazadas, como ha sostenido el ministro de Defensa. De hecho, ya se han contabilizado 80 muertos, en un lapso tan corto, y se esperan los datos oficiales para claridad absoluta sobre tan escabroso tema.

Con la voluntad política del caso lo que necesita el Catatumbo, de una vez por todas, es que el Estado colombiano elabore ipso facto un Plan de Acción, con su cronograma y presupuesto debidos, para recuperar la frontera de manos de los saqueadores, y desdoblarlo al corto, mediano y largo plazos. En efecto, se trata de una rica zona secuestrada por la criminalidad, que actúa a su arbitrio y que de nuevo les ha impuesto un reto al Gobierno colombiano y sus autoridades que no es dable evadir. Primero, entonces, recuperar la iniciativa en cuanto al mantenimiento del orden público y posteriormente consolidar la estrategia, tanto desde el punto de vista militar, como del económico y social. Hacerse el de la vista gorda ante la gravedad del asunto, reducir el tema a una crisis de orden público momentánea, es no entender los propósitos de escalamiento terrorista en la crucial zona fronteriza hacia el futuro.       

No es, desde luego, momento de retóricas. Está bien que el comandante del Ejército anuncie el traslado de un contingente de 5.000 soldados al Catatumbo. Pero el punto es que esa conducta no puede ser flor de un día, como suele ocurrir, menos con el Eln actuando a modo de “caballo de Troya” de la tiranía venezolana. Que es, palabras más, palabras menos, la síntesis de todo lo que está sucediendo.