Impunidad perenne… | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Julio de 2015

*El magnicidio del doctor Gómez 

*Estruendoso fracaso del Estado

CON  la muerte violenta del candidato a la alcaldía de Cartago, Ignacio Londoño Zabala, se pierde, tal y como lo ha reseñado el abogado de la parte civil, doctor Enrique Gómez Martínez, la más grande clave en el asesinato del doctor Álvaro Gómez Hurtado. Como lo hemos dicho reiterativamente tal vez sea el doctor Gómez Hurtado el colombiano que más persecuciones sufrió, tanto con el destierro luego del golpe de Estado de Gustavo Rojas Pinilla, después el secuestro por parte del M-19 y, finalmente, el magnicidio, el 2 de noviembre de 1995. Y ahora: la impunidad. Veinte años de investigaciones fallidas en la Fiscalía, tomando y desechando hipótesis, desviándose las indagaciones o incorporando terceros que nunca tuvieron que ver, demuestran el más estruendoso fracaso del Estado colombiano.

Desde el principio, inclusive dentro de las 48 horas en que las autoridades deben actuar presurosamente frente a cualquier asesinato, se presentaron todo tipo de anomalías. Se impidió así el recaudo de pruebas balísticas fundamentales, lo mismo que jamás se entendió por qué las autoridades habían llegado de modo tan tardío a la escena del crimen. De hecho, las balas desaparecieron y los videos de la zona no registraron imágenes relacionadas con el homicidio. De suyo, múltiples testigos han sido asesinados.

Todo lo anterior, por supuesto, señala un interés evidentísimo de que no se llegue a los autores materiales ni a los intelectuales del crimen. Y en medio de ello todo tipo de estolideces, como aquella de que Álvaro Gómez estaría en disposición de orientar y participar de un golpe de Estado para dar al traste con el escandaloso gobierno de entonces.

Jamás preconizó Gómez Hurtado las vías de hecho en ningún caso. Tenía la tesis de que en Colombia se había enquistado un Régimen de acuerdo con el cual gobernaban las complicidades políticas y no las solidaridades propias del sistema democrático. De hecho, Gómez Hurtado fue tal vez de los colombianos que más hizo elecciones, unas veces ganando, otras perdiendo. Intentó varias candidaturas a la Presidencia de la República, pero siempre las tomó como parte de la función política y no como un resultado obsesivo. Por el contrario, se reincorporaba de las derrotas con la mayor alegría posible y después de ellas estaba presto a emitir tesis novedosas, controvertibles, pero sometidas al escrutinio público, que propiciaba.

Siempre, en los magnicidios, al menos se captura a los autores materiales. Podrá controvertirse si actuaron solos o no, como en los casos del presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, o del entonces jefe del Partido Liberal,  Jorge Eliécer Gaitán. Igual con los obreros Carvajal y Galarza que acabaron con la vida de Rafael Uribe Uribe. Pero en el caso del doctor Gómez Hurtado parecería tan preparada la maniobra, con protagonistas tan avezados que no han dejado huella, ni material ni intelectual, y cualquier investigación se encuentra con murallas que no se pueden derribar.

Con el asesinato de Londoño Zabala, como bien lo dice Gómez Martínez, se garantiza una mayor impunidad en el caso que rodea al homicidio del doctor Álvaro Gómez. De este modo se ha quedado la investigación en el aire después de las declaraciones de alias “Rasguño” que acusaba a Londoño de ser el eslabón perdido para la perpetración del crimen. Existían claros indicios de que Londoño Zabala era el intermediario entre los bajos fondos y algunos adscritos al gobierno de Ernesto Samper. Aunque la investigación ya venía paralizada, es evidente que la desaparición de Londoño Zabala, cuando se aprestaba a registrar su candidatura a la alcaldía de Cartago, incrementa la impunidad.

Para nosotros, en todo caso, el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado es un crimen de lesa humanidad. Y en tal sentido debe ser imprescriptible, bien por esa vía del Derecho Internacional Humanitario o del derecho de los Derechos Humanos.

Álvaro Gómez, cuya lucidez mental y política le permitió al país pensar en grande, como tribuno democrático y periodístico que fue, podrá ser olvidado por los tribunales, pero nunca por una nación que desperdició su brillantez y talante inolvidables.