* Insatisfacción generalizada
* El chiripero y la calle
EL comandante Hugo Chávez ha ganado, sucesivamente, las elecciones presidenciales en su país a partir de 1999, con holgada ventaja sobre sus opositores, quienes en diversas oportunidades se dividieron y perdieron al fallar en la interpretación de la situación política y en cuanto a entender las necesidades de las masas paupérrimas.
En un lapso de doce años el gobernante pulveriza los partidos tradicionales, liquida a los más prestigiosos jefes de los mismos y con su generosa chequera contribuye a cambiar el mapa político de nuestro continente. Al mismo tiempo, Venezuela pasa de ser uno de los países de más elevado ingreso per cápita en la región, mayor inversión extranjera, poderosas colonias de inmigrantes europeos; una nación rica que se esperaba pudiera convertirse en el primer país desarrollado de la región, a la involución en materia de pobreza en rangos similares a los de Haití. La caldera venezolana no ha explotado por el asistencialismo económico que ejerce el Gobierno, lo mismo que en salud y mercados populares, lo que le da enormes ventajas frente a sus contendores políticos. Pese a lo cual, numerosos investigadores y sociólogos estiman que una caída brusca del precio del petróleo vendría a traducirse en una crisis de nervios generalizada que podría trasladarse a las calles de las grandes urbes rodeadas de cinturones de miseria.
Esas son verdades de a puño que el Gobierno y la oposición conocen; sobre esos hechos se traza la estrategia política del comandante Chávez y de la oposición. Las encuestas muestran en el 2011 que un 63 por ciento de la población considera que la situación económica es mala; entre la juventud y los profesionales, cuando se les pregunta si aceptarían un trabajo en el exterior, la mayoría responde que sí. Muchos de los que se quedan lo hacen por cuanto no tienen recursos para partir ni sabrían qué hacer en otro país. Están atrapados, prisioneros de un sistema que se dice socialista y que no les ofrece alternativas. Las empresas extranjeras son nacionalizadas o se van por falta de garantías, muy pocos se atreven a formar nuevas empresas. Exportadores e importadores dependen de los vaivenes del dólar oficial y los caprichos del Gobierno, que modifica sus políticas sin previo aviso.
El presidente Chávez ha demostrado una capacidad sorprendente de moverse en las campañas en una suerte de realismo mágico que desconcierta a sus contrarios; hasta hace poco era el dueño de la calle y el que convocaba a multitudinarias manifestaciones, para lanzar sus arengas contra los gusanos enemigos de la revolución por varias horas. También, manejó durante esos años la iniciativa política. Mas, trascurrido los largos mandatos de su Gobierno el pueblo parece un tanto fatigado de oír las mismas promesas de siempre y los continuos insultos contra los opositores. Existe un temor que tiende a generalizarse sobre el futuro económico y lo que pasaría si por alguna razón se desploman los precios del petróleo, que durante su mandato lo han favorecido. Y las gentes se preguntan a diario ¿hasta cuándo será sostenible el asistencialismo gubernamental, con una deuda externa que algunos calculan entre cien mil y trescientos mil millones de dólares?
Las encuestas apenas registran las variaciones de opinión, como las tendencias generales del electorado. Una encuesta confiable plantea un empate técnico entre Henrique Capriles y Hugo Chávez, otras dan amplia ventaja al gobernante, en particular por el sentimentalismo del electorado cautivo. Como siempre los sondeos y cálculos electorales, con fundamento en un muestreo de los votantes, sigue siendo incierto. No todos los venezolanos dicen lo que piensan y la opinión silenciosa esconde sus intenciones electorales, al temer las eventuales retaliaciones oficiales. El gran interrogante se centra, fuera de las especulaciones sobre la enfermedad del comandante, en saber si éste podrá seguir siendo el dueño de la calles. Todo parece indicar que el chiripero de Capriles le va a disputar el voto casa por casa, calle por calle y de ciudad en ciudad. ¿Podrá Chávez, con su estrategia de aturdir a los venezolanos desde los medios de comunicación, frenar el chiripero que marcha como las hormigas por todo el país?