La interminable crisis afgana | El Nuevo Siglo
Viernes, 27 de Agosto de 2021

* Un escenario inestable y explosivo
* El terror volvió a las calles de Kabu
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El mundo no sale del impacto por el mortífero atentando terrorista de esta semana en Kabul, que dejaron decenas de muertes (entre ellas trece de militares estadounidenses) así como centenares de heridos.

La situación es muy preocupante, pero solucionarla no es nada fácil ya que la crisis política, militar, religiosa y social en Afganistán tiene raíces muy profundas. Para poder entenderla hay que adentrarse en una larga cadena de hechos históricos y geopolíticos. Por ejemplo, los talibanes son una facción formada en la enseñanza más tradicional del Corán y se organizan como milicia en los años noventa, con la finalidad de exaltar sus creencias religiosas y expandir su visión del mundo. Por entonces, Osama Bin Laden luchaba, en alianza con los Estados Unidos, por liberar la región de la bota soviética.

Esa guerra la perdieron los rusos que, aunque combatieron hasta el último aliento con armamento sofisticado, no pudieron impedir el avance talibán. Los militares soviéticos que volvieron derrotados a Moscú se convirtieron en el símbolo del derrumbe del bloque multinacional, incapaz de sostener un sistema imperialista-comunista en medio de la peor crisis de su economía por cuenta del atraso tecnológico y la falta de estímulos productivos, contrario al avance y bienestar creciente de la sociedad occidental. En realidad, la Unión Soviética hizo implosión.

Luego se diría que la discordia entre Bin Laden y Washington surgió, aparentemente, por cuestiones de negocios, dado que éste sostenía que no recibió lo pactado por la construcción de unas pistas aéreas durante la guerra. Lo cierto es que resolvió combatir a sus antiguos aliados, siendo apoyado por los talibanes, enemigos radicales de Occidente. Cuando Estados Unidos exigió a estos últimos que entregaran al entonces líder de Al Qaeda, se dispararon las tensiones, aunque por entonces nadie imaginaba que Bin Laden terminaría perpetrando los atentados del 11-S de 2001, los más cruentos de las últimas décadas en suelo norteamericano.

Es claro que en Afganistán gran parte de la violencia se ha financiado con los multimillonarios ingresos que produce el cultivo de la amapola, siendo el primer productor mundial de la heroína que se vende en la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos. El predominio de los cultivos ilícitos es fuente de ingreso de más de la mitad de las provincias del país. Los esfuerzos de los últimos gobiernos por erradicarlos han resultado infructuosos. De hecho, los talibanes, en su anterior mandato, prohibieron esta actividad sin mucho éxito, e incluso en algunos casos fueron tolerantes ya que recibían un jugoso porcentaje del negocio criminal.

Luego de 20 años de presencia militar estadounidense, primero para capturar a Osama Bin Laden y luego para instalar un gobierno democrático alejado del radicalismo talibán, Washington empezó a retirarse en el último año. Y de forma paralela los talibanes avanzaron de nuevo, hasta que hace dos semanas tomaron Kabul y ahora están de nuevo en el poder. La precipitada salida al extranjero del ahora presidente Ashra Ghani se hizo inevitable cuando sus tropas ni las de sus aliados en retirada le garantizaban la seguridad. Muchas de las fuerzas de seguridad locales abandonaron las bases y hasta el armamento, en procura también de huir al exterior. Así, nadie pudo contener las milicias talibanes.

Los expertos militares de las potencias occidentales señalan que al empezar la desocupación de la base aérea de Bagram, adaptada por los Estados Unidos para albergar 10 mil soldados, el sistema defensivo y ofensivo del gobierno de Ashra Ghani hizo agua y cayó rápidamente. De allí los señalamientos a la administración de Joe Biden, a quien muchos países señalan de tener culpa directa en la crisis afgana al haber acelerado el cronograma de retirada de las tropas y no prever el rápido avance talibán.

Como se sabe, hay un fuerte componente geopolítico en toda esta crisis. Afganistán con sus 38 millones de habitantes y Pakistán con 138 millones de moradores, bomba atómica y desarrollo progresivo, son países que se hermanan en determinados aspectos religiosos y geopolíticos, con frontera común. De hecho, en esta última nación se refugió Bin Laden hasta que fue eliminado por agentes de Washington. A ello se suma que China y Rusia tienen intereses en la zona, así como varias potencias europeas.
¿Qué pasará ahora? Para algunos analistas la única esperanza es que los sectores más belicosos se moderen, so pena de desatar una nueva guerra civil, sobre todo por la preponderancia de la población sunita y la resistencia chiita. Se nota el afán de algunos sectores en Afganistán por resucitar el poderío del Califato y no solo dentro del territorio de la atribulada nación, sino allende sus fronteras.

Como se ve, la solución a la crisis afgana es muy compleja y en medio de pulso geopolítico de las potencias no se ve luz al final del túnel.