* Más allá de la campaña 24-0
* El papel de los individuos
LA campaña que empezó la madrugada de ayer y se extiende hasta el mediodía de hoy para que en Colombia haya 24 horas con cero muertes violentas es, sin duda, un ejercicio pedagógico y de tolerancia social sin precedentes.
La idea original es del cantautor César López, un activista de las causas pacifistas y cuyas “escopetarras” ya son mundialmente conocidas. Sostiene el impulsor que lo que se busca es que hombres y mujeres de todas las edades y lugares de Colombia cuiden y respeten la vida propia y la de los demás, para demostrar que la paz es también una decisión y nos involucra a todos como sociedad.
Aunque la campaña, bautizada como 24-0, está centrada en Bogotá, la idea es que en todo el país se atienda el llamado a evitar que, al menos, en este breve lapso alguna persona pierda la vida por causas violentas.
Es claro que los primeros en ser llamados a colaborar con este objetivo deben ser los grupos de delincuencia común y organizada, pues de nada servirá que toda la población ponga de su parte para que no se presenten homicidios, si quienes actúan en la ilegalidad siguen causándolos a diestra y siniestra.
La realización de esta jornada en esta fecha no es un hecho fortuito ni caprichoso. La razón de fondo es que hoy se conmemora el Día Mundial de la No Violencia, que fue instituido por la ONU en 2007, con el objetivo de erradicar las prácticas agresivas e intolerantes, y propender por el deseo de conseguir una cultura de paz y comprensión. Se escogió esta fecha por ser el aniversario del nacimiento del Mahatma Gandhi, símbolo de la resistencia pacífica y la filosofía de la No Violencia.
En un país en donde constantemente se cree que la paz se alcanza con el silencio de los fusiles, esto debido a que se considera que el conflicto armado es el mayor generador de muertos y heridos, no deja de sorprender que la mayoría de los decesos por causas no naturales tienen origen en otra clase de violencia, aquella producto de la delincuencia común, la intolerancia y los pleitos interpersonales e intrafamiliares.
Pero la No Violencia va más allá de disminuir la pérdida de vidas. También comprende la disposición individual a buscar la resolución de conflictos, cualesquiera sean ellos, por métodos pacíficos, a través del diálogo, la conciliación y hasta la cesión mutua.
Desde estas páginas hemos replicado diagnósticos en torno de que los colombianos tienen una especie de cultura de la muerte o propensión a la violencia. Siempre insistimos en que no hay tal y que las tragedias que a diario golpean o enlutan a las familias arrancan su génesis en la malformación de los valores cristianos, éticos y morales de una muy pequeña porción de los habitantes, pues la gran mayoría son gentes tranquilas, afables y con mucha calidad humana.
La No Violencia es un compromiso interno e individual, no se impone ni obliga. Sólo en la medida en que surja de manera legítima y consciente en cada persona, en quien está a su lado, en su entorno inmediato y mediato, se constituye en una conducta social y colectiva. Es allí en donde debe trabajarse a fondo. Aunque las consecuencias e implicaciones son muy distintas, lo cierto es que termina siendo tan grave la violencia que soporta un estudiante agredido por otro, el reclamo airado y violento de un pasajero al conductor de un bus o una riña entre vecinos, que un ataque subversivo o una incursión paramilitar.
Nada más peligroso para una sociedad que el resignarse a la violencia como método de unos pocos para lograr sus objetivos y pareceres. Es urgente que cada colombiano se convenza de que acudir a las vías de hecho o fuerza no sólo lo degrada como individuo sino a todos quienes lo rodean. La violencia sólo genera violencia. Muchas veces no basta sólo con exigir la paz, sino que es prioritario convertirse en semilla multiplicadora de la misma.