La oposición, necesaria | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Octubre de 2014

* Santos y Uribe, las figuras preponderantes

* Todo se debe al tema de la paz

Colombia  vive un esquema gobierno-oposición sin que se dé ese nombre, propio de las épocas de Virgilio Barco. Y en ese sentido, se da una expresión de vigor democrático, siempre y cuando  se entienda que la oposición, no sólo debe ser leal a las instituciones, sino que significa oponer un programa de gobierno al que rige.  De hecho, oponerse por oponerse no constituye nada diferente a un hervor emocional sin un norte definido.

En las épocas de Virgilio Barco, cuando gobernaba el oficialismo liberal a todo dar, el expresidente Misael Pastrana bautizó la oposición conservadora con el adjetivo de “reflexiva”. Se pretendió constituir un gabinete en la sombra, para seguir el paso de los ministerios, emulando a Inglaterra.

Hoy  la oposición no parece reflexiva de ese modo, pero en todo caso obedece, a más de razones emotivas que se evidencian cotidianamente, también a la interpretación de lo que debe ser el país. El punto está en si en los momentos actuales, cuando la Nación  parece despegar hacia escenarios económicos completamente diferentes a los que había y entrar por la vía de la solución política negociada al conflicto armado interno, existe la madurez suficiente para soportar el tema. La respuesta tendría que ser sí. Más que por una situación académica, porque en el país  se han abierto dos tendencias claramente definidas, pero que aún no han encontrado un formalismo para ajustarse. Es visible, sin embargo, que el eje gravitante está necesariamente determinado por las dos figuras políticas esenciales del devenir colombiano: el actual Presidente y su antecesor.

Frente a ello es evidente, desde hace ya un tiempo, que el jefe de la oposición es el expresidente Álvaro Uribe y que copa ese espectro, casi por completo.  Así lo ha hecho, no sólo creando un partido, sino llevándolo al Parlamento bajo su cabeza y generando un candidato presidencial que tuvo buenos resultados en las urnas, pese a no ganar en la segunda vuelta. Ahora, en esta tercera etapa en menos de dos años, Uribe se ha consolidado en la oposición, sin  tener competencia o alguien que medianamente se le acerque. Por su parte, Santos, ha logrado no sólo conseguir su reelección,  después de haber caído al 19% de favorabilidad durante el paro agrario, hace un año, sino que se viene afianzando en el Gobierno, según las encuestas que lo presentan al alza y alrededor del 50%. Todo ello no tiene sino un nombre: la paz.

No fue ello tan claro en otras épocas en que se intentaron procesos de paz,  por ejemplo en el gobierno de Belisario Betancur, cuando la oposición no logró tomar coherencia sino al final de su mandato, luego de los horrendos sucesos del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero. Durante esa administración, el Presidente mantuvo altas dosis de favorabilidad, al menos por tres años.  En la época de Gaviria, la oposición no tuvo mayor cabida y de alguna manera se cerró el proceso de paz cuando apenas empezaban a insinuarse algunas voces aisladas en su contra. Durante el gobierno de Andrés Pastrana, cuando se adelantó el proceso del Caguán, pese a que hubo oposición en otras áreas, no se dio lo mismo en cuanto a los diálogos y las negociaciones en las que de alguna manera se aglutinaron las diferentes vertientes bajo la Comisión por la Paz y contra la Violencia, donde incluso se reunían la mayoría de candidatos presidenciales. Sólo Álvaro Uribe, con muy bajos niveles de conocimiento y favorabilidad en las encuestas, se quedó al margen y cuando se rompió el proceso, cerca del término del mandato de Pastrana, se catapultó hasta conquistar la Presidencia,  encarnando la oposición general a todo lo que significara solución política al conflicto armado.

La situación de hoy es, pues, prácticamente inédita. De hecho, Álvaro Uribe vuelve a ser el epicentro de la oposición al proceso de paz, con la diferencia de que tiene la dignidad de expresidente, fue elegido en el cargo por dos veces, hoy actúa de senador y sigue estando dentro de los personajes más populares del país.  Esto puede ser bueno o malo, según se mire. El hecho es que los procesos de paz con las Farc, sin oposición abierta de alguna vertiente,  terminaron fracasando. Es probable, en cambio, que éste, con la oposición clara de un sector, termine afianzándose.