La paz nacional | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Octubre de 2014

*Convocatoria de los partidos políticos

*La construcción debe ser mancomunada

 

En 1982 la disputa entre Belisario Betancur y Alfonso López Michelsen se terminó zanjando por vía de la reconciliación. En esa época, cerca de las elecciones, López sacó unas vallas sosteniendo que “La paz es liberal”, al mismo tiempo que se ilustraba con dos gallos de pelea, uno rojo y otro azul. Ante ello, la campaña belisarista replicó con otras vallas en las que se sostenía “La paz es nacional” y se identificaba con una paloma. Desde entonces, precisamente, esa imagen en sus diferentes variables ha recorrido el espectro político y publicitario de Colombia hasta hoy. Betancur obtuvo el triunfo afincado en el conservatismo y los sectores independientes, y de allí se partió para verificar el primer intento de salida negociada al conflicto en las décadas post frentenacionalistas.

Después de más de 30 años, la pretensión actual es justamente la de generar una paz nacional que le permita al país cambiar el escenario de guerra que ha drenado sus fuerzas, disminuido sus capacidades y permitido el desorden por cuyos intersticios se han colado la corrupción, el narcotráfico y la desidia. Con la paz, como lo acaba de decir el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, en los Estados Unidos, la Nación podría crecer a un ritmo de 7 por ciento y, desde luego, generar el desarrollo con equidad social que se viene insinuando y profundizando en el último cuatrienio.

La guerra, a no dudarlo, ha tenido costos inconmensurables para los colombianos, no sólo en víctimas de todo orden que llegan a cifras estruendosas, sino también en lo que ello ha representado dentro del presupuesto nacional, asegurando ingentes recursos para la defensa de la soberanía y la restauración del orden público. Inclusive, fue el Plan Colombia, cuando el país se convirtió en el tercer receptor de ayuda norteamericana, al lado de Egipto e Israel, cuando se obtuvo modificar el eje gravitacional de la confrontación y cambiar la aparente situación de empate que se presentaba contra una guerrilla furtiva y desplegada en la periferia distante. Fue Colombia, ciertamente, el único país de la América Latina que tuvo un manejo adecuado en las reiterativas crisis de la deuda externa en la región y de haber podido emplearse a fondo en ese escenario, sin distraer sus recursos para contener los embates de las fuerzas ilegítimas, posiblemente se hubiera podido dar el salto hacia un país de renta media mucho antes de los años recientes.

En efecto, nunca hubo excedentes de capital para sufragar los requerimientos más apremiantes de la población y de la infraestructura hasta el punto de que hoy se observan con estupor esos atrasos en carreteras, viaductos, puentes, puertos y aeropuertos. Y es ese vacío, lustro tras lustro, de no poder acometer grandes obras, que se pretende llenar rápidamente con las actividades que se vienen desplegando para recuperar el tiempo perdido. Aquí y ahora, pues, la paz  tiene que aunar el mayor número de voluntades políticas, económicas y sociales posibles, de manera que ella no puede sino catalogarse, naturalmente, de “paz nacional”. Y es en ese propósito que de antemano debe trabajarse puesto que, estipulada la refrendación de los acuerdos como mecanismo de legitimidad, tiene que irse construyendo el edificio hacia ese evento final.

La paz, entonces, no puede ser una paz liberal, una paz conservadora, una paz de los verdes, una paz polista o una paz zuluaguista, sino que se deben abrir y afianzar los espacios para que igual que las fuerzas sociales también los partidos políticos tengan cabida en el propósito nacional. Así se hizo, justamente, en Irlanda y tal vez fuera ello el motivo del éxito de los acuerdos entre el Reino Unido y la República irlandesa.  Lo mismo que en Sudáfrica, la base principal fue el pacto partidista hacia la reconciliación.

Indudablemente es el Presidente de la República, como Jefe de Estado y de Gobierno, a quien corresponde única y exclusivamente la dirección del proceso como responsable constitucional del orden público. Está bien recuperar organismos como el Consejo Nacional de Paz para alinderar apoyos y actividades en dirección a colaborarle. Igualmente resulta de sumo interés que los partidos políticos tengan un escenario y tratamiento similar, entendido de una vez y por todas, que el mandato por la paz lo obtuvo el presidente Santos en las últimas elecciones.